Las razones del diablo
¿Y la libertad? Por: Dionicio Munguía J. No fue tan agradable conocer la noticia de que un poeta estaba en arraigo domiciliario por decir la verdad. Y más aún viniendo de la zona donde viene, esa pequeña América central que siempre va a estar unida a nosotros. Si bien Ernesto Cardenal se distingue por su beligerancia, esa combatividad que demostró a finales de los años setenta, en la revolución sandinista, es indudable que la realidad de los artistas sigue siendo la misma en sitios como Nicaragua, que todavía se estremece en la política radical, a derecha o izquierda. Ernesto Cardenal estuvo caminando en tierras toluqueñas hace cuatro años. Me toco, lo que fue un honor, cerrarle una mesa de lectura en Temoaya (de la cual, por cierto, no tengo una sola fotografía). Esto dentro de un Encuentro Internacional de Poesía que el SEMSEM realizó. Fue enorme platicar con el poeta nicaragüense. Conocer, dentro la parquedad, los puntos de vista que tuvo después de la revolución, la separación de los viejos camaradas y, como dijo en un momento, el final de un sueño que tuvimos como jóvenes deseosos de libertad. Ahora suena extraño mencionar esto, después de saber que a Ernesto Cardenal la justicia nicaragüense lo tiene en arraiga domiciliario por denunciar los excesos de una compañía turística, la que por cierto, tiene lazos un tanto familiares con el presidente de Nicaragua. Y si la palabra implica verdad, y la poesía aún más, es notorio que la voz de Cardenal nunca será acallada, ni reprimida. Si Somoza, que fue más sanguinario, no pudo acallar al cura de Solentiname, menos aún un excamarada. En alguna lejana entrevista, Cardenal insiste que lo único que no podrán quitarle a los nicaragüenses será la libertad de hablar. Y eso es lo que ha estado haciendo en estos días: hablar, protestar, insistir en todo lo que siempre ha creído y seguirá creyendo, por lo que le resta de existencia. Me resisto a creer en la noticia, me resisto a saber que la figura menuda y correosa de Ernesto Cardenal está en un encierro domiciliario, resguardado por policías, jóvenes que deben de conocerlo, que saben la leyenda que se ha tejido en torno a su figura. Una de muchas dice que era inmune a las balas, que fue herido por traición pero no de manera directa. Cierta o falsa, es Ernesto Cardenal, y su presencia como libertador de Nicaragua todavía tiene fuerza dentro de los ciudadanos, incluyendo a todos aquellos que supimos de la batalla de lejos. Por eso retorno a la pregunta original de esta nota: ¿y la libertad? Seguramente estará junto a Ernesto Cardenal, en el libro que lee, en la pluma con que escribe, en las palabras que dirige a sus guardias, como Augusto César Sandino o Ernesto Che Guevara lo hicieron; la libertad está junto a sus pies, como la imagen de un sueño que nunca se ha ido de su lado. Porque para hombres como Ernesto Cardenal, la libertad siempre está ahí, a su disposición, pésele a quien le pese, sean viejos compañeros de armas o poetas desconocidos que desde una ciudad en la que alguna vez estuvo, piensa en la libertad de la palabra.
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