Las razones del diablo
Kurt Vonnegut
Por: Dionicio Munguía J.
Desacralizador, replicante de un sistema que cada día demuestra su inconsistencia social, Kurt Vonnegut se distinguió siempre por intentar lo no intentado, por incidir en una mentalidad cerrada producto del McCartismo, la doble moral que, según los beats, doblegaba la existencia social como si fuera una lámina de aluminio. La muerte de Vonnegut deja a la ciencia ficción sin uno de sus representantes más polémicos, creador de una obra que desde el principio se estableció como fuera de la norma, alejado de los cánones sociales de la época.
A lo largo de los años recordamos sus cuentos como anécdotas bien contadas, pero nunca nos detuvimos a estudiar lo que proponía. Carlo Frabetti, recopilador para Bruguera, en la colección de bolsillo de ciencia ficción, insistió siempre en la inquietante mirada de Vonnegut ante un problema social que se quiere etiquetar como demoníaco o simplemente inmoral, cuando en el reino de los animales el incesto como tal es un instrumento para mejorar la raza, haciendo referencia a uno de los cuentos más inquietantes que Kurt Vonnegut escribió, La tierra de nuestros padres, traducido por alguien a quien no se le daba realmente eso de poner títulos.
En ese texto, Vonnegut relata la presencia de un planeta conocido, pero apartado de toda ruta espacial, sin comunicación directa y personal con los habitantes, quienes son golpeados, despreciados, tratados como escoria a la que no se le debe tocar. El personaje principal, un inspector planetario, aterriza por casualidad en ese planeta y descubre un mundo ilimitado de recursos naturales desperdiciados por la Galaxia, además de un pueblo amable y bien educado. Enamorado del lugar, regresa a la sociedad espacial e insiste en abrir puertos de comercio, pero en todos aquellos con quienes habla, va descubriendo una mirada de asco y temor, algo que va más allá de la simple comprensión humana, ese rechazo a tener contacto.
Desilusionado, renuncia a su trabajo y regresa al planeta donde, sin desearlo, descubre el terrible secreto que esconde la gente de aquel lugar: el incesto. Para los habitantes, esa práctica no tiene ninguna repercusión social, como explica el líder, es simplemente una atracción natural, como en el mundo animal, donde los seres humanos, desde la antigüedad, han cruzado a hermanos con hermanas para mejorar una raza.
La explicación racional, declara el líder del planeta, no tiene cabida en aquellos que nos denostan, para ellos somos seres repugnantes, sin pensar que realmente nadie pertenece ni es de nadie. Vonnegut provocó la ira de la liga de la moral en Estados Unidos y prácticamente en todo el mundo, pero defendió a capa y espada cada uno de sus textos. Estar de acuerdo o no, aceptar o no sus teorías, es una cuestión personal, pero su talento como escritor es indudable, aunque en este momento ya no este con nosotros. Descanse en paz.
Por: Dionicio Munguía J.
Desacralizador, replicante de un sistema que cada día demuestra su inconsistencia social, Kurt Vonnegut se distinguió siempre por intentar lo no intentado, por incidir en una mentalidad cerrada producto del McCartismo, la doble moral que, según los beats, doblegaba la existencia social como si fuera una lámina de aluminio. La muerte de Vonnegut deja a la ciencia ficción sin uno de sus representantes más polémicos, creador de una obra que desde el principio se estableció como fuera de la norma, alejado de los cánones sociales de la época.
A lo largo de los años recordamos sus cuentos como anécdotas bien contadas, pero nunca nos detuvimos a estudiar lo que proponía. Carlo Frabetti, recopilador para Bruguera, en la colección de bolsillo de ciencia ficción, insistió siempre en la inquietante mirada de Vonnegut ante un problema social que se quiere etiquetar como demoníaco o simplemente inmoral, cuando en el reino de los animales el incesto como tal es un instrumento para mejorar la raza, haciendo referencia a uno de los cuentos más inquietantes que Kurt Vonnegut escribió, La tierra de nuestros padres, traducido por alguien a quien no se le daba realmente eso de poner títulos.
En ese texto, Vonnegut relata la presencia de un planeta conocido, pero apartado de toda ruta espacial, sin comunicación directa y personal con los habitantes, quienes son golpeados, despreciados, tratados como escoria a la que no se le debe tocar. El personaje principal, un inspector planetario, aterriza por casualidad en ese planeta y descubre un mundo ilimitado de recursos naturales desperdiciados por la Galaxia, además de un pueblo amable y bien educado. Enamorado del lugar, regresa a la sociedad espacial e insiste en abrir puertos de comercio, pero en todos aquellos con quienes habla, va descubriendo una mirada de asco y temor, algo que va más allá de la simple comprensión humana, ese rechazo a tener contacto.
Desilusionado, renuncia a su trabajo y regresa al planeta donde, sin desearlo, descubre el terrible secreto que esconde la gente de aquel lugar: el incesto. Para los habitantes, esa práctica no tiene ninguna repercusión social, como explica el líder, es simplemente una atracción natural, como en el mundo animal, donde los seres humanos, desde la antigüedad, han cruzado a hermanos con hermanas para mejorar una raza.
La explicación racional, declara el líder del planeta, no tiene cabida en aquellos que nos denostan, para ellos somos seres repugnantes, sin pensar que realmente nadie pertenece ni es de nadie. Vonnegut provocó la ira de la liga de la moral en Estados Unidos y prácticamente en todo el mundo, pero defendió a capa y espada cada uno de sus textos. Estar de acuerdo o no, aceptar o no sus teorías, es una cuestión personal, pero su talento como escritor es indudable, aunque en este momento ya no este con nosotros. Descanse en paz.
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