Diezveintiocho
Desde la independencia, segunda parte
Alejandro León Meléndez
Luego de pláticas con algunas amigas pude identificar otro más de mis desconocimientos acerca del mundo. Acerca del valle en el que vivimos. Este asunto de la promoción cultural desde la independencia ha rondado mi cabeza desde hace algunos meses, no sólo porque deseo comprender sus raíces, anunciar los logros o proponer algún camino. También porque desconozco el verdadero tamaño de un movimiento cultural independiente en nuestros días.
Podemos identificar más de un par de asociaciones civiles (o grupos organizados de amigos) que surgieron en Toluca hace algunas décadas. Son nuestras propias mafias, surgidas en proporción directa con el tamaño de la ciudad. Tienen el poder de los medios, de los conocidos en los sitios importantes de la gestión cultural de gobierno (cuando no son ellos los que ocupan estos cargos) y han estado tanto tiempo aquí que no queda de otra más que hacerles caso. Se han enemistado entre ellos, se han reconciliado o dado, al menos, el beneficio de la duda. En algunos casos, los miembros de estos grupos son compartidos, otras veces los miembros van y vienen de un lado para otro intermitentemente. Las más de los casos, los miembros se desentienden de lo que hacen sus cabezas y sólo regresan a sus mafias cuando quieren salir en la foto. Por mucho tiempo, estos grupos han protagonizado la escena cultural de nuestro valle. Aun ahora son quienes mandan, quienes presionan para que tal o cual cosa se lleve a cabo o no.
En esta plática con las amigas surgió la pregunta: ¿desde la independencia, qué ha surgido entre los setentas y los dosmiles? Y la respuesta es: casi nada. No en cuanto a promoción cultural. Da la impresión que los protagonistas locales se han hecho en la soledad, tanto en el ámbito creador como en el de la promoción. Y, en casi todos los casos se dejaron abrigar por la comodidad del padrinazgo estatal. Cada quien vio por su santo. Pareciera que esta es una característica de generación. (Sin embargo, decir que esto es cierto en su totalidad podría conducirme a un error: el de mi propia ignorancia histórica).
Es, en cambio, un hecho curioso que en los últimos cinco años, más o menos, sí han surgido grupos culturales independientes dentro del valle. Muchos de estos grupos promueven la cultura sólo por el afán de hacerlo, con un deseo de que la obra de sus allegados sea difundida y que la sociedad aprenda a quererla. Algunos de estos grupos de promotores han buscado apoyo de gobierno por medio de becas, otros no lo hacen. Algunos han aprendido a buscar el apoyo de las empresas o de la propia sociedad. Algunos de estos grupos ponen dinero de sus bolsas, otros hacen maravillas con los cinco pesos que se hallaron tirados. Y se pueden observar no sólo dentro de Toluca y Metepec, también los vemos en Tenango, en Ocoyoacac, en Valle de Bravo, etcétera.
Lo verdaderamente interesante de este fenómeno es que, aunque la mayoría se niega a usar ciertas palabras, cada vez hay más entes que se animan a manejar términos como empresa cultural. Los términos de otras décadas, como hecho con apoyo de gobierno cada vez dan más vergüenza.
Los colectivos de artistas, emulando a lo que ocurre en otras partes del país y del mundo, ya se organizan como pequeñas empresas. Hay un director, un tesorero y alguien encargado de las relaciones públicas. Y no son sólo los teatreros o grupos de rock. También los vemos entre los artistas plásticos, entre los escritores y videoastas.
Ignoro si esto se da gracias a la enseñanza de los primeros grupos culturales independientes (no lo creo en su totalidad). Ignoro si es un fenómeno privativo del Estado de México o si es un hecho global. Ignoro si la sociedad en realidad pueda observar y agradecer los esfuerzos. Y repito: la falta de información me hace ignorar si un fenómeno similar se dio en la década de los ochentas, o los noventas. Puede ser que sí y que la desaparición de los posibles grupos anuncie que de esta década sólo sobrevivirán uno o dos empresas culturales. No lo sé. Sólo me queda invitar a los lectores a visitar los espacios alternativos de promoción de la cultura, como el que se halla en la calle de San Bernardino, en Toluca, o el que se encuentra en Pilares; las exposiciones colectivas en las plazas de los municipios; a buscar las páginas de internet; a escuchar las tocadas de jazz, de boleros; sugiero que platiquen en algunas librerías cafés o que visiten los museos de sitio.
Y si van a pagar su entrada averigüen si el dinero es para el gobierno o no. A lo mejor, así tendrán la certeza deque su dinero será usado en algo que verdaderamente vale la pena.
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