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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

Nostalgia

Dionicio Munguía J.

Hay cierto tipo de nostalgia, aquella que nos deja con sentimientos confusos, que arruga el papel donde se escribe, que llega al piso y se queda ahí, insólita, sin fuerzas. Cuando me pongo a recordar viejos poetas, desaparecidos poetas, casi muertos poetas, poetas maduros que ya no escriben, o que si escriben esconden lo que escriben para que nadie lo lea. Hoy me vino esa nostalgia. Recordé a Oliverio Girondo, a Jaime Sabines, a José Carlos Becerra, a Roque Dalton, a John Lennon, a Bob Marley, a Jim Morrison, a Rubén Bonifaz Nuño.

Y me faltan aquellos a los que mi memoria inmediata olvida, aunque después de que envíe esta nota, regresaran a la memoria para decir que ahí estaban, escondidos, mínimos pero importantes. Y no siempre están ahí, pero a veces recupero las hojas que escribieron y leo, sin prisa, saboreando las palabras, dejándome llevar por las imágenes que alguna vez fueron ingratas y hoy son clásicas. Cuando me siento en el sillón de mi casa a leerlos, me acuerdo de cuando era un jovenzuelo imberbe luchando con la palabra en esas tardes donde la nostalgia no era tanta, pero existía.

Nostalgia: pena de verse ausente de los amigos, dice el Diccionario de la Real Academia Española. Sí, verse ausente, imaginar su no presencia, su no estar, su diluída imagen a partir de los libros que alguna vez editaron, que publicaron, que llevaron a donde nadie los aceptó. Mi nostalgia es de recuerdos, no de ausencias. Mi nostalgia es de recuperar los tiempos no vividos y traerlos a este momento, cuando escribo estas palabras e intento recordar algún poema, un fragmento, un verso al menos, pero no puedo.

Por eso, siempre que leo o releo algún libro, me invade la nostalgia. Si lo conocí, porque lo hice, si no lo conocí, por desear conocerlo. La frustración se acumula, se llena la bolsa donde guardo las metáforas e imágenes, sueño con la fotografía, con el poema que no alcanzó a leer, pero me levanto a las dos de la mañana con la intención precisa de memorizar el poema en cuestión. Y tal vez lo memorizo, pero en la mañana, cuando preparo el primer café del día e intento repetir el poema, me doy cuenta que no es así y una sonrisa llena mi rostro amodorrado. Tengo la certeza del libro y prefiero descubrir nuevamente la poesía ahí y no en mi memoria. Y así lo hago, retomo el libro, lo vuelvo a leer, busco otros textos, me invade la nostalgia de nuevo, pero la sonrisa no se quita de mis labios y tiene presencia todo el día.

Es por eso que quise hoy hablar de la nostalgia. La nostalgia de reencontrar a los viejos poetas, a los escritores, aquellos que entregaron su pasión en las palabras y dejaron una huella difícil de borrar. Ojalá y esta nostalgia también los invada después de leer esta nota.

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