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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

 

A cuarenta años de On the road

Por: Dionicio Munguía

Es un poco difícil establecer la contabilidad de los años después de que una obra, digámoslo así, no tan maestra, pero sí muy importante para la cultura norteamericana viera la luz. Si Jack Kerouac hubiese pensado que esa vieja libreta de viajero tendría las connotaciones que ahora, a la distancia, tiene, les aseguro que jamás la hubiese publicado, o pensándolo bien, con la locura que se cargaban todos los beats, era tal vez una manera de presentar ese mundo sórdido, como decían en aquellos tiempos las cochambrosas mentes puritanas de los americanos de los años cincuenta.

On the road es una obra que ha prevalecido al paso del tiempo, como buena obra de arte. De alguna forma, sigue descontrolando chavetas, cerebros pueriles, conciencias atrofiadas, guiándolos por el camino de la realidad, esa realidad que no tocaron a fondo, pero que retrataron con la fineza de quienes veían en el jazz, una forma de salir de la monotonía, del sinsentido en que se vivía, junto a aparatos electrodomésticos, vida placentera sin grandes sobresaltos y una creciente angustia producida por el stress de la postguerra. Por algo inventaría la edad dorada de los sesentas, y como grito de protesta, vendría el rock, con toda la carga de rebeldía que necesitaba la juventud de aquellos años.

En el camino representó un grito descontrolado, la visión que en el cine nos había presentado años atrás Marlon Brando en The Wild, ese joven rebelde de pantalón de mezclilla, camiseta blanca sin leyendas, chamarra de cuero y pelo envaselinado. La imagen beat, la facha beat. A pesar de que los detractores surgieron de una sociedad cerrada por el puritanismo de McCarthy, los beats, con Allen Ginsberg a la cabeza, desafiaron el orden establecido, rompieron las reglas, se declararon conciencia nacional sin declararlo jamás, e impusieron a las generaciones posteriores un grito de rebeldía y libertad, de ganas de romperle la cara a todo aquel se les atravesara en el camino.

La visión de Kerouac no sólo implica el destrampe, la búsqueda de la vida, como indican algunos biógrafos, sino ese camino que lleva, primero, a ningún lado y, después, a donde siempre hemos querido estar, esa nada donde la realidad es un estado de ánimo real, un silencio a medias, un concepto de la conciencia donde todos estamos y todos acabamos, a pesar de quienes piensan en ellos como clásicos irrefutables.

1 comentario

Andres Aguilar -

POr cierto te recomiendo la serie que Sergio Monsalvo tiene de On the Road, con su muy peculiar estilo en Radio Educación, es una buena producción www.radioeducacion.edu