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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

La tarde

Por: Dionicio Munguía J.

Hoy la tarde me parece más absurda que otras. El frío y la lluvia me hacen recordar momentos que no son muy gratos, algunas impresiones que quedaron de otros tiempos, situaciones que nunca aparecen como amables. La ciudad se ha vestido de gris en estos días y mi ánimo también. Quizá por eso no soporto estos días ni estas tardes. Son como poemas mal escritos que se dejan olvidados en un cajón del escritorio, o se tiran a la basura, o, más modernamente, se borran del disco duro de la computadora. A veces siento que esos poemas, como estas tardes, son productos de una depresión inútil, compleja porque no es entendible, pero que siempre se siente a pesar de que no queramos hacerlo.

A veces hablo por teléfono con cualquier gente, no importa la distancia, y descubro que las horas más inservibles son aquellas en que nos pasamos contemplando la lluvia fina, esa ligera llovizna que nos agota la visión de tan ligera, de tan simple. Mis amigos suelen escribir poemas en estos días, se llenan de hojas con palabras y verbos hilados. Yo no puedo. Por más que lo intento, ni siquiera una línea brota de la pluma con que suelo escribir. Es más, a veces ni el café recién hecho, ese cigarro lejano, la visión de una ciudad que por momentos es maravillosa y por otros, una creación malhecha del arquitecto universal, no el humano, porque ése sólo sigue los diseños preestablecidos.

Por eso las tardes como ésta son tristes objetos, caparazones de una tortuga muerta que flota en la playa de cualquier mar. Es la muerte la que brota más seguido en estos estados de ánimo. Sí, lo entiendo, estoy lejos de ella o al menos eso creo. Cada día que pasa el optimismo es orgullo que se mantiene en mi memoria. Día con día voy subiendo la cuesta a pesar de los problemas diarios, de las deudas que se acumulan, de los deseos que llenan las alforjas de la cotidianidad. Pero el pesimismo también viene en la maleta que se carga durante el día y se acomoda en la almohada por las noches. Y esas noches suelen ser largas, gigantes, enormes.

Sí, estas tardes me hacen reflexionar sobre eso y sobre otras cosas que por el momento no tengo ganas de hablar. Prefiero hablar de la lluvia fina que cae este martes o miércoles o jueves o sábado. El día no importa. Importa la sensación que me ha llegado en momentos así, como palabras que se transforman y son inútiles. Versos que nunca serán leídos porque, definitivamente, no los escribiré. Prefiero encerrarme en la oficina, escribir esta nota y terminarme la taza de café que he preparado hace un momento.

 

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