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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Mantarraya

 

Enrique Villada, luminoso

 

Por: Heber Quijano

 

Con el deslumbrante "El tigre" que acecha y que se cierne rítmicamente, en un vaivén de lechuza nocturna sobre su presa, vemos la cúspide del Estuario luminoso, de aquel Enrique Villada de hace 24 años. En contraste con Ensayo de mi dulce gozo (largo ensayo acerca del placer de la lectura) y Abecedario, que a mi parecer no son dignos de comentario alguno (al menos en esta ocasión), en Estuario luminoso se despliega la frescura y la creatividad verbal del mejor Enrique Villada. Y "El tigre" es el más vivo tizón encendido: "fosforece en la noche como el rayo/ la reverberación de su mirada/ viene de legiones extensas/ como el silencio/ o la memoria/ de inmemoriales sombras". Su relación con "El Tigre" de Wiliam Blake es ineludible: "Tiger

 

, tiger, burning bright/ in the forests of the night".

Sobre todo cuando su zarpa se cierne sobre el reflejo de la imagen (poética y visual), cercana al acecho onírico de la pesadilla: "encuentro al tigre hasta en el sueño/ sangra en la cerviz el ciervo del agua".

Estuario luminoso

es un libro que se regodea con los juegos verbales fonéticos, muy al estilo de algunos nocturnos de Xavier Villaurrutia, pero sin la carga simbólica del Contemporáneo: "pendían ciertos frutos de una rama/ témpanos eran diminutas fuentes/ témpanos eran de minutos lentos"; "una onza gravita en la balanza/ y leo pardos felinos en líneas generales". Los sonidos se instalan en el balbuceo de una poesía que pretende decir la armonía melódica, rítmica y, a la vez, intenta descubrir el mundo. Con un toque melancólico y temerario escudriña los recuerdos infantiles de la campo mexiquense en su poema La casa, en el que se yerguen las estructuras de la idiosincrasia mexicana mediante las actitudes y las sombras que proyectan los abuelos y su hogar: "a veces en la casa/ suena un olor amargo a trementina/ suena la rueca de la abuela/ y su madeja de fantasmas", "¡qué iba yo a ser si me gustaba aspirar la espiral de tu cigarro!". El paisaje infantil es el semblante del adulto.

En "El silencio" se despliega un "difícil pliego de plegarias/ el escarceo de palabras" para cuestionarse y aseverar que "el silencio creció siglos aztecas", una interrogación referente al destino de la civilización de la que nacimos. Cercano a algunos poemas de Peleas de Félix Suárez, quien también forma parte de su generación, Villada, erizado como gato, habla de un erotismo ya húmedo y oscilante en "Llueve", que: "a la marisma llega/ trébol acrisolado/ llaga axilar tu sexo/ en la yerba de tu vello/ púbico laberinto/ nimbo pubis de nube/ tu amanecer lluvioso". Estuario luminoso, compacto pero intenso, valdría la pena que se reeditara, para no buscar en la arqueología de las librerías de viejo.

Enrique Villada (1985), Estuario luminoso, Toluca, Ayuntamiento de Toluca 

 

 

heberquijano@yahoo.com.mx

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