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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Bocanada

El silencio

Pancho Salgado

Estoy aquí sentado, sintiendo el frío que cae sobre las calles de esta pequeña ciudad gris, en donde la mayoría de sus habitantes descansa plácidamente sobre sus camas, en la incierta inseguridad de sus casas, departamentos o cuartos, con sus hijos, sus hermanas y sus familias. Mientras yo estoy aquí, con los vagabundos, que rondan vestidos de harapos, acompañados de sus fantasmas y sus amigos, cada uno de ellos parece ir acompañado de un séquito de éstos, lo rodean, lo confrontan, le hablan y son su corte imperial dentro de su imaginario mundo de sueños; de estos seres he visto en estas horas a tres, se parecen mucho, pero cada uno se mueve diferente, balbucea en su propio idioma y a su propio tiempo, tienen trazos de lo que alguna vez fue ropa, pero hay uno que cuenta con un par de perros fieles que lo persiguen en silencio, en espera de alguna pequeña recompensa.

Me sorprende la cantidad de perros que rondan estas calles, los hay de todos los tipos, tamaños, formas, colores y humores; hay algunos que andan solos, que parecen que se han escapado de la casa en la que vivían hasta hoy, hay algunos que quizá sepan cómo regresar a esas casas de donde salieron, hay otros que al no volver hagan infelices a sus dueños y hay otros que como yo, no importe en absoluto a nadie si no regresan nunca. También hay perros que no pertenecen a nadie, que son esclavos y dueños de la calle, que saben rondar por todos lados, que saben conseguir comida y acomodarse en algún rincón para escaparse del frío, de la lluvia, de las noches y de los humanos que quieren exterminarlos porque los hacen responsables de ensuciar las calles sin tomar en cuenta lo que realizan los habitantes de ésta, que son los que se encargan de dejar a hurtadillas sus bolsas repletas de desperdicios de todos los tipos, de llenar los botes con papeles, botellas, envolturas, comida y millones de cosas más, pero una vez más, los seres humanos hacemos responsables a otros de lo que nosotros destruimos, de lo que no somos capaces de entender, de algo que preferimos evitar, en fin, pero estos perros se apoderan de las calles mientras los demás duermen, y se van por el mundo… en silencio.

Ahora siento mis pies entumidos, siento claramente como todo mi cuerpo esta tan adolorido que ya no duele tanto, será quizá porque ya no tengo sangre suficiente para ordenarle que se mueva; debí hacerle caso a ese presentimiento que me dijo que caminara por otra calle, pero tenía tantas ganas de ver a las prostitutas que suelen trabajar a dos cuadras de aquí, que no me pareció descabellado, además, a estas horas ya nadie pasaría por aquí. Y así es, desde que aquellos chamacos me agarraron a batazos para quitarme los ciento veinte pesos que traía, mi reloj –al que ya hay que cambiarle la correa- y mis botas que ya estaban medio gastadas, desde que mi cara rebotó contra el cemento frío, no ha pasado nadie más por esta calle, ni pasará, no me queda más que esperar a que amanezca y lleguen los primeros niños a la escuela para que me encuentren.

Por lo pronto tengo tiempo para pensar en todo lo que tiene que ver con mi vida, mi vida es un poco caótica desde que me separé de mi esposa por ligarme a la chava que vivía en frente de mi casa y todo para que después de un par de visitas de las que no logré nada, ella me saliera con que se iba a vivir a otro estado con su novio; la chamba está espantosa, eso de trabajar en una fábrica como obrero "clasificado" no me da ninguna satisfacción, al contrario, estoy harto de estar ahí, pero es lo único que tengo para mantenerme, además ya tengo una buena deuda con el banco y con la tienda de los abonos chiquitos para pagar un montón de lana…

Bueno, mientras amanece, voy a cerrar un poco los ojos y a disfrutar del silencio.

1 comentario

Yatzil -

el silencio es la mejor melodia que escribio el universo