Las razones del diablo
Acuarelas
Dionicio Munguía J.
No sorprende lo que sucede en el mundo. Por un lado, la violencia incomprensible en Irak, en Oaxaca. Por el otro, el morbo de quien compra obras de arte basado en el nombre del autor. Todo esto viene porque hace unos días salió la noticia que pondrían a la venta acuarelas de aquel hombre bajito, con un ridículo bigote y causante de millones de muertes durante la Segunda Guerra Mundial.
Dicen los entendidos que las acuarelas de Hitler, al menos las de su época de soldado durante la Primer Guerra no son tan malas, aunque la excelsitud no es un signo característico de este sombrío personaje. Las reseñas de años atrás sobre esta obra implican un uso muy definido del color y, aunque el tema no es precisamente original, la técnica usada por el dictador alemán le permite crear obras que no llegaran a la categoría de arte. Contradictorio, pero plausible.
La locura, dice Erasmo de Rótterdam, es inherente el ser humano. Todos, de una forma u otra, tenemos un grado de locura que avanza conforme la época y los diseños sociales a los que somos impuestos. Los artistas, en general, tienen un grado de locura que desencadena el genio creativo. Freíd analizaba el cerebro humano desde la perspectiva del sexo y, en un estudio, determina que Hitler es un hombre con frustraciones y complejos que lo llevaron a crear un mundo irreal, repleto de conspiraciones judías que debían ser eliminadas para que la humanidad tuviera al fin una era de paz y concordia, o al menos eso entiendo de ese mamotreto que es Mein Kemp (Mi lucha).
Ahora bien, la locura actual no sólo es de los individuos, sino de las instituciones que pretenden tener la razón de todo aquello que pueda significar un acto cultural. Aunque la subasta de las acuarelas de Hitler es un acto comercial, una simple y posiblemente venta millonaria de morbo, no deja de ser un síntoma más de la locura actual. Programas de televisión llamados realities, son la muestra viviente de lo que sucede en nuestra actualidad. Me viene a la cabeza ese maravilloso libro de Asimos (La Fundación), donde, desde la perspectiva espacial, analiza la situación de una sociedad aislada que domina los mundos cercanos, primero con la religión, después con el comercio y al final con la fuerza. La creación del Nuevo Imperio Galáctico.
Asimov, dijo en una entrevista, se basó en la historia del Imperio Romano para escribir esa serie ahora mitológica. Pero la realidad nos demuestra que la locura asimoviana es más que factible en esta época donde las acuarelas de uno de los mayores dictadores de nuestro mundo pueden ser subastadas hasta la módica cantidad de cinco mil dólares. Obviamente el precio lo pondrá el morbo, no la calidad artística. Sólo falta que Hussein, Bin Laden, Milosinevic, Chávez o el propio Bush agarren el pincel, graben un disco, hagan una telenovela o escriban un libro para que las ventas, como le sucedió a Chomsky, se disparen de manera brutal.
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