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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

Malvinas

Por: Dionicio Munguía J.

Cuando la historia se olvida, se repiten las tonterías humanas. Hace 25 años que la Junta Militar argentina, comandada por Leopoldo Galtieri, decidió, en un acto de soberbia, recuperar unas pequeñas islas del Atlántico que, desde el siglo antepasado, pertenecían al imperio británico. Era obvio, dice Miguel Bonasso, escritor que se ha caracterizado por hacer un recuento de la guerra sucia en aquel país, que no se tenía ninguna ventaja frente a, en aquel tiempo, la tercera potencia mundial. Margaret Tatcher, primer ministro inglesa, decidió recuperar ese pequeño trozo del imperio a costa de la muerte de cientos de soldados ingleses y argentinos. La vergüenza, dice Bonasso, nos cubrió a los americanos, no por la derrota, sino por la soberbia que expusimos en aquellos tiempos.

Es tan simple revivir esa parte de la historia. Algunos canales de televisión, sobre todo por cable, lo han estado haciendo en días pasados, pero, además de recuperar ese vergonzoso capítulo, como expresaron algunos intelectuales argentinos en los programas, también reviven las muertes y las desapariciones de jóvenes que luchaban, bien o mal, en un extremo o en el otro, detrás de sus ideales y sus firmes convicciones. Hace poco tiempo se hablaba de los refugiados latinoamericanos que han llegado a nuestro país. Y cada opinión tiene un punto a favor y uno en contra. Depende de quien lo exprese.

Desde mi experiencia con los refugiados políticos, siempre he tenido un acercamiento positivo. Una editora catalana me enseñó a distinguir aquello que rodeaba al mito de la migración española. Muchos aportaron su calidad intelectual a las artes y ciencias nacionales, un buen número de ellos, pero los más llegaron a trabajar en labores donde no se les reconocían por sus aportaciones ni intelectuales, ni sociales, ni políticas. Simplemente trabajaron para sobrevivir. Casi lo mismo sucedió con las otras migraciones de refugiados políticos.

Todavía existen opiniones contrarias, retrógradas, acerca de los refugiados que llegaron a nuestro país. Se dice que sólo vinieron a aprovechar de su situación y se apoderaron de plazas donde su aportación fue nula. O que dejaron de lado la militancia política y se dedicaron a engordar cuentas bancarias que no pudieron realizar en su país de origen. A lo mejor, como en todas las situaciones existenciales, eso fue cierto. Pero lo definitivo es que las aportaciones de los refugiados políticos fueron mayores que lo que pudieron aprovecharse de un sistema que los apoyó.

Yo me quedo con esas aportaciones y no con los rumores. Prefiero saber de españoles, chilenos, argentinos, uruguayos, guatemaltecos, cubanos, etcétera, etcétera, que han dado mucho más a este país desde sus trincheras y han asumido su rol dentro de nuestra sociedad. Sin embargo, eso no impide recordar. Como lo dije al principio, si la historia se olvida, se cometen las mismas tonterías.

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