Este atractivo patán
Leer
Por: Edgar León Meléndez
Como medio de comunicación, esta colección de símbolos nombrados letras que en conjunto forman palabras, que representan conceptos, aún antes de Hegel, e ideogramas (que a su vez son símbolos que representan palabras e incluso enunciados) tienen por tendencia ramificarse también a las artes gráficas, es decir, forman escritos.
Estos escritos suelen ser medios de expresión gráficas, pero muchas de estas representaciones textuales son tan complejas en su mezcla de letras para formar palabras o enunciados, que la saturación de elementos se vuelve tediosa e insoportable.
Para facilitar el entendimiento, existen alfabetos ideográficos, como los usados en Japón, los cuales, como ya comenté, son una suerte de letra que a su vez es una palabra o un enunciado. Su mezcla con otros ideogramas puede producir un significado totalmente distinto que el original. Como sucede en el inglés con los famosos idioms.
Los matemáticos incluyen en sus teorías un alfabeto ideográfico que facilita la lectura y el entendimiento de sus tesis, este alfabeto en su haber, incluye palabras ad- Hoc a su arte (las matemáticas en un principio eran consideradas un arte ejemplo: Naturales, pertenece, Tal que..., racionales, por lo tanto, existe, mayor que..., menor que, subconjunto, etc.
Por supuesto, antes de estos medios escritos existieron y siguen vigentes los pictogramas, las pinturas, dibujos, ilustraciones que exponen de frente las imágenes que buscamos representar. Hoy, este tipo de imagen se encuentra incluso en la ropa interior.
Pero todo esto, o solo nuestros veintisiete símbolos así como sus signos de puntuación no son, hasta el momento apreciados por la gran mayoría, y la razón es simple, mezclar todos estos símbolos requiere de práctica para leerlos, si, pero se vuelve un acto similar al de manejar o hablar un idioma, nos parece normal. Pero cuando los textos son confusos, los temas no nos interesan, no hay sexo ni balas, simplemente no queremos leerlos.
Debo decir que, aunque soy lector asiduo, a mi no me gusta leer. ¿Por qué habría de gustarme? Mejor me espero a que salga la película. Sin embargo leo por que me interesa, y es este interés los que termina por generarnos el gusto de la lectura.
Si bien Harry Potter no se va a llevar el premio Nobel de literatura ha conseguido hacer lo que ninguno de nuestros muertos de hambre ha hecho, hacer que los niños lean, desde su primer libro de ciento veinte páginas hasta su última publicación de más de seiscientas páginas. Los niños ya se están acostumbrando a leer, ahora empecemos a preocuparnos por lo que están leyendo.
Mas no hemos de dormirnos en laureles, el primer problema de los escritores de gran talento es su gran hueva, su poca creatividad y su miedo para darse cuenta que esto es un oficio, no una maldita terapia, pretexto para beber y meterse mota. Mientras el escritor y el resto de los artistas de verdad no se den cuenta de su oficio y no busquen atraer al lector, se seguirán muriendo de hambre aceptando (¡Y exigiendo estúpidamente¡) becas, o rogando por ellas como si fuera obligación de los que pagan impuestos y del gobierno mantener a una bola de bueyes que no proponen.
Por lo tanto, leer no es una obligación, cuantimenos un crimen. Triste pero cierto, el problema empieza en el escritor. Ahora bien, cuando nuestro conglomerado de pseudo-intelectuales no reparan en usar el cerebro como se debe, pero si en opinar sin sentarse a pensar, pues nos da pena presumirlos, pero esto ya es tema de otra columna. Yo ya me cansé de estar frente a la computadora.
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