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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

La melancolía

Por: Dionicio Munguía J.

Para Janett

 

Al parecer, todos tenemos algo de melancolía dentro, escondida en algún rincón de nuestra existencia. Y a pesar de que sabemos que existe, que ahí está, la escondemos, la minimizamos, la dejamos de lado para no enfrentarnos a ese dolor que puede producirnos, que nos deja atónitos ante la envergadura de sentimientos que de pronto son parte de nosotros. A veces, sólo en contadas ocasiones, la dejamos salir y entonces nos atormenta, nos crea sentidos contradictorios que muchas veces no entendemos.

Por eso es necesario reflexionar. Cuando somos sensibles ante la tormenta exterior, cuando dejamos nuestro cuerpo desnudo, comprendemos que somos seres humanos, seres tan simples que nos cuesta trabajo saber que, a pesar de todo, a pesar del tiempo que tardamos en darnos cuenta, sufrimos y gozamos con lo más pequeño que nos rodea. El martes pasado me enfrente a esa melancolía. Ví en los ojos de una mujer la melancolía sin tapujos, lágrimas que llenaron mi corazón de esperanza.

¿Qué más podemos esperar cuando alguien como ella llora sin temor frente a otros? La realidad y la verdad de sus sentimientos. A pesar de que era doloroso, a pesar de que sufría, ella se enfrentó al hecho de su corazón y se dejó llevar, se lanzó sin paracaídas a un abismo que bien podría llevarla a hechos inéditos. Ahí comprendí que todos, de alguna manera, somos seres que hurgamos muy poco dentro de nuestro interior, que no nos atrevemos a enfrentarnos sin temor a un algo que duele. ¿Por qué, entonces, nos negamos? Quizá por que nos han educado en el sentido de esconder lo que sentimos. Es más notorio en los hombres. Nos negamos sistemáticamente a ser seres sensibles, a vivir dentro de los sentimientos. Es necesario que alguien nos dé un golpe en los sentidos para comprender lo que somos y lo que podemos ser.

Y todo esto salió en una tarde lluviosa, sin sentido, con música simple, con esquemas de tan simples que duelen. La melancolía es así también, pero también debe mostrar lo más pequeños que somos ante la realidad, ante lo sencillo. Quizá por eso fue mejor saber que, sin quererlo, ese día me convertí en un ser humano mínimo, pero acorde con estos tiempos.

Prefiero tardes así, en donde encuentro los sentimientos a flor de piel, que tardes donde el sol se oculta sin que nadie se dé cuenta de que existe, ni siquiera el que camina al lado de nosotros.

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