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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

40 años 40

Por: Dionicio Munguía J.

Habríamos que tener en cuenta cada uno de los más grandes libros escritos en nuestro continente. Analizar las circunstancias en que fueron realizados. Conocer aquella parte de la historia en que aparecieron, fueron publicados, menospreciados al principio, dejados de lado por los "sesudos críticos" de la literatura nacional (depende, claro, de cada país de origen). Y todo esto debería de hacerse patente cada vez que abrimos una obra maestra; obra por supuesto que no a muchos agrada y que no consideran como tal, a pesar de las cientos de miles de lecturas que se hagan en todo el planeta.

Una de tales obras monumentales de nuestro idioma es sin duda Cien años de soledad, escrita por Gabriel García Márquez. Novela que por méritos propios se inscribe en el rubro de obra maestra por muchas razones y situaciones literarias que se dieron con el paso de los años. García Márquez la escribió en México, la publicó en el cono sur y es leída aún en la actualidad por millones de lectores que la han apreciado de diferentes formas.

Cien años de soledad representa un mundo singular. Historia de una familia acosada por las premoniciones, imbuida en un submundo que no proviene de una realidad social específica, pero que recrea, con mucho, una realidad aparte, símbolos que, al paso del tiempo, cobraron fuerza de tal manera que son ahora reales. Parte de una latinoamericanidad mayor incluso, me atrevo a asegurar, que los ideales bolivarianos, a pesar de lo que digan mis detractores.

La historia se ha encargado de la novela. Han intentado llevarla al cine y no lo han logrado. Ha sido fragmentada, a veces por el mismo autor, o por guionistas que no se han sentido capaces de capturar la esencia del libro. Cuando se le ha preguntado a García Márquez el porqué, siendo él también guionista, no la ha adaptado. La sonrisa maliciosa, casi malévola, se dibuja en los labios del escritor colombiano y no responde.

Quizá se deba a que es imposible de transferir a imágenes en celuloide. Quizá se deba a que es una novela épica, compleja en su estructura, demasiado plástica para que la simplicidad del cine la transforme, la realice. Eso la hace una obra de arte. No importa que en estos momentos existan personas que la consideren una obra ingenua, sin chiste, sin grandes merecimientos. Sólo queda asegurar que, a pesar de sus detractores, Cien años de soledad es una novela verdaderamente increíble, con todo y lo que significa el adjetivo.

Por mi parte, para celebrar los cuarenta años de su publicación, la voy a releer en estos días, porque sé que de donde la retome, la terminaré, no importa la hora en que concluya su relectura, así sean las seis de la mañana o las nueve. Es una manera más coherente de hacerle un homenaje justo, sin tanta alharaca.

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