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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Escaramuza

Escaramuza

El Jalogüín y la temible calabaza de plástico anaranjado

Por: Polo Castellanos

A chompi y a mi padre donde quiera que estén.

A mis vivos.

Es triste ver como, año con año, la tradicional celebración de Día de Muertos, literalmente se muere. Declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por UNESCO, esta condenada a desaparecer, de continuar los procesos de globalización y de penetración cultural, permitidos y fomentados desde el gobierno y los medios de comunicación.

El Patrimonio Cultural Inmaterial o Intangible se define como: "los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural; se transmite de generación en generación; es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia; infunde a las comunidades y los grupos un sentimiento de identidad y de continuidad; promueve el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana; es compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes; cumple los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible. Es tradicional sin dejar de estar vivo. Se recrea constantemente y su transmisión se realiza principalmente por vía oral".

Definiciones y declaratoria que al gobierno de México le entró por un oido y le salió por el otro, como siempre, en blanco. Cómplices, los medios de comunicación, totalmente inconguentes con lo que pregona sobre la tradición de Día de Muertos, dejan ver a los conductores de la parafernalia televisiva, en sendos disfráces de carnaval gringo, diciendo estupideces y promoviendo con calabazas anaranjadas de plástico el Halloween. En Mictlán se deben de estar muriendo del coraje.

Halloween, de ahora en adelante Jalogüín como le dice el popolo, tradición Céltica –Germánica tampoco sobrevivió a las manos de los gringos que tergiversaron de manera grotesca el respeto a los espiritus de los muertos. El objetivo para ellos es vender, pedir dulces y dinero en la víspera de todos los santos. Pero más grave aún es adoptarla en México e identificarla como parte de una tradición y de la fiesta de Día de Muertos.

La poca afluencia a los panteones y el desconocimiento del significado de la tradición es alarmante. Pero más alarmante es que en las escuelas se promueva esta mescolanza de identidades y tradiciones. Las escuelas bilíngües, por ejemplo, hechan la escuela por la ventana disfrazando a sus inocentes niños de brujas, brujos y draculines y poniendolos a bailar al son del pedófilo de Michael Jackson. En las escuelas populares donde asisten los hijos de la pobreza se hacen remedos de ofrendas en las que se pueden observar calabazas diabólicas, escobas y hasta "pokemones" de plástico en los altares, mientras las inocentes criaturas son disfrazadas hasta de superman para asistir a la mediocre fiesta que les organizan los directores y maestros. Muy común en los jardines de niños.

Pero aquí nadie escapa. Aprovechando las fechas, se organizan sendos bacanales llamadas Noches de Jalogüín donde corre el alcohol y el maquillaje en cantidades industriales, el desfile de máscaras plásticas de personajes de "terror", las capas y sombreros de cucurucho negros se mezclan con el bilé rojo que simula cortadas o cicatrices. Mientras, los muertos llegan a sus tumbas para darse cuenta que ya se olvidaron de ellos. No más copal, ni cempasuchitl, ni veladoras, ni papel picado, ni alfeñiques de colores, ni dulce de calabaza, ni mezcal, ni plañideras. Se están apagando las veladoras de nuestros muertos, de nuestras raíces.

Pero incluso la creatividad para el disfráz se muere. Este, cuyo sentido es el de confundirse y no ser molestado por los espíritus malignos que deambulan por ahí, según la tradición Celta, se ha sustituido por lo prefabricado, máscaras de plástico y atuendos del "inframundo". Claro, en el inframundo vive el sujeto de cabeza cuadrada con tornillos en el cuello, creado por Mary Shelly e inmortalizado con ese aspecto por la imaginaria yanki con el nombre de Frankenstein y conocido en México como Frankinstain. También en este "inframundo" yanki nos podemos encontrar a Gasparín y Pegajoso y ya con mucha imaginación hasta una momia egipcia. Todos, personajes de libros y caricaturas que se pueden conseguir a mayoreo en el mercado de la Merced.

Pero si a usted le gusta esta parafernalia, sea creativo y hagase de un buen disfraz. Por ejemplo, el próximo Jalogüín disfracese de pobre y salgase encuerado a la calle a pedir limosna; o si va alguna fiesta, disfrácese de Bush o de la condesa Rice y sea el alma de la fiesta causando verdadero pánico entre los asistentes; o disfrácese de Caperucita Roja, esa que mandó asesinar al Lobo Feroz y ayudó al comienzo del exterminio de tan bella especie; o disfrácese de mis favoritos: de burócrata, de funcionario de cultura, de secretario de estado, o el que más miedo dá, el de contadorcillo del Gobierno. Ahora que si usted no tiene dinero y el color de su piel es negro, simple, consigase un poco de talco, espolvoréese la cara, reniegue de su color original, de sus raíces, acose sexualmente a un niño y listo, esta usted disfrazado de pedófilo al estilo Michael Jackson. Pero si usted no es de color negro y quiere seguir disfrazado de pedófilo causando terror entre los infantes, métase en una sotana negra y confundase entre los curas pedófilos que protege el Vaticano.

Si lo que quiere usted es causar verdadero terror, ese que produce alteraciones en el ritmo cardiaco, que le hace sudar frío, que provoca vértigo y quita el aliento, tiene varias opciones, ponga cara de ojete (entre más ojete mejor) y disfrácese de: policía federal, o gruyero, o agente de tránsito, o judicial, o agente de ministerio público, o paramilitar. Y si de plano, pero realmente de plano no encuentra usted un disfraz adecuado para su evento, hagase pasar por muerto de hambre, total, no pasa de que lo confundan con un mexicano más. Pero eso sí, hágase un favor y recuerde nunca salir a la calle disfrazado con bigote, botas y sombrero campirano gritando ¡chiquillos y chiquillas! Porque en vez de dar miedo, usted va a causar lástima.

Tengamos presente que un pueblo que no recuerda a sus muertos, es un pueblo sin pasado ni historia y un pueblo sin historia es nada. Así que, al menos, ya no cometa la injuria de deambular por las calles disfrazado y pintarrajeado como payaso pidiendo Jalogüín con calabazas de plástico anaranjado pensando que fomenta una tradición.

1 comentario

Lila -

En lo que a mi respecta, el Halloween me gusta, y como dices la globalización atrapa hasta nuestras costumbres,es difícil erradicar esto, pero no por eso dejo de celebrar el día de muertos, tradición tan mexicana.Vivo en un poblado al sur de Guerrero, México y aquí la mayoría pone su ofrenda con lo que el bolsillo puede dar: tlaxcales, pan de muerto (casero, no de supermercado),dulce de calabaza, tamales, mandarinas, uvas, manzanas y otras frutas, velas con el nombre de cada difunto, papel picado y alguna cosa que le gustara mucho al difunto, como un cigarro, alguna comida, etc. Me encanta ayudar en estas fechas, de hecho es la celebración que más me gusta del año. Estoy de acuerdo en seguir difundiendo esta bella tradición porque habla de nuestra cultura, nuestras raíces que nos identifican como mexicanos.