Las razones del diablo
Libertad de expresión
Por: Dionicio Munguía J.
Pareciera que a principios del nuevo siglo las viejas prácticas del poder habían desaparecido. Ese ejercer la presión para intentar acallar una voz crítica. Esa intolerancia ante lo inquisitivo como forma de crear un nuevo orden social. Porque a pesar de lo que sucedió siglos atrás, o años atrás, la libertad de expresión ya no es una simple expresión sin valor, sino una verdadera práctica que ha ganado lugar en el mundo moderno, con todas las agravantes y todos los peligros que se corren por el intento de ejercerla, en algunos sitios, o por preservarla en otros.
La libertad de expresión es un derecho ganado a sangre y fuego, con la caída de compañeros periodistas, escritores, fotógrafos, editores que, a pesar de las condiciones políticas y sociales bajo las cuales trabajaron, persistieron hasta el final con su crítica, dejando un antecedente brutal y sangriento, su propia muerte. Este ejemplo nos ha dado fuerza a todos aquellos que ejercemos el periodismo, que vaciamos nuestras ideas en una hoja de papel y las entregamos a los lectores.
Esto lo digo por las recientes amenazas que un compañero del oficio ha recibido en nuestro estado. Y no es nada agradable, sea quien sea el compañero, el hecho que, a principios del siglo XXI se siga teniendo este tipo de prácticas oscurantistas, provenientes de un gobierno que fue elegido democráticamente, con todas las de la ley, y que, de manera no tan soterrada, ejerza este tipo de presión sobre las voces que lo critican.
Más que pánico, me siento indignado ante lo que podría ser un antecedente prejuicioso en la democracia actual en nuestro estado. No importan los colores del municipio en cuestión, no importa el nombre del presidente municipal, el hecho son las amenazas que nuestro compañero de oficio ha recibido para sí y para su familia. Eso es lo peligroso, porque sólo demuestra un grado de intolerancia hacia nuestro derecho de ejercer la libertad de expresión. Y pareciera que estos políticos que tanto defendieron ese mismo derecho, ahora lo quieran usar a su conveniencia, simplemente ante los cuestionamientos que se les hacen a su gobierno.
Soy un creyente de la libertad de expresión. Siempre he creído en la democracia, porque fue de ahí de donde surgió la necesidad de expresarnos. Es por eso que no acepto este tipo de amenazas, de vejaciones, de provocaciones hacia la prensa. Ya han muerto demasiados compañeros periodistas en México y el mundo como para aceptar que el poder, por muy municipal que sea, revierta la democracia a su favor y trate de callar las voces críticas dentro del periodismo. No es posible aceptar este tipo de barbarie a principios de un nuevo siglo. Somos seres civilizados que hemos creado un sistema político aceptable, como para regresar a los momentos donde las armas y los golpes hablaban más fuerte.
Y por mucho que nos intenten callar seguimos adelante y pelearemos en las trincheras del periódico.
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