Las razones del diablo
50 años Por: Dionicio Munguía J.
El primer encuentro que tuve con la narrativa de Carlos Fuentes fue precisamente con la novela que este año cumple 50 de haber salido. Me refiero a La región más transparente del aire. Épica, impresionante, superior a cualquier obra escrita por un mexicano en aquella época, tan sólo superada por Pedro Páramo de Juan Rulfo, La región ha sido un precedente monumental de la narrativa mexicana con la particularidad de ser escrita como una crónica urbana, entremezclada con visiones ancestrales, ritos que Ixca Cienfuegos crea y recrea en su camino hacia la noción del silencio, a donde prueba el sabor de la derrota, pero triunfa a pesar de la muerte estúpida, sin sentido, en una cantina pueblerina y maloliente. Esa muerte que a mi generación provocó la búsqueda de la insalvable, de fútil, pero al mismo tiempo de lo eterno, de la eternidad en los símbolos universales. No fue fácil adentrarse a la novela. Nada sencillo incluirse como espectador de la historia y seguir paso a paso la llegada, "viajero, a la región más transparente del aire", como punto nodal de la historia, como garras que implican la soledad de los personajes y la variable existencia de una ciudad que crecía a pasos agigantados, inmersa siempre en la búsqueda de la modernidad, de lo cosmopolita, ese sentido que hasta la fecha, sin que sea un retroceso en la modernidad, sigue insistiendo la ciudad de México. Fuentes asimiló el concepto del crecimiento de la ciudad. Intuyó la monstruosidad en que se convertiría y supo definir los límites de la realidad, a pesar de que la realidad de hace cincuenta años era distinta a la actual. La ciudad de México que Fuentes describe es normal, diáfana hasta donde se podía definir así, y sus personajes tenían un cierto toque provinciano que los diferenciaba de los actuales, no por su trato cotidiano, sino por su estilo de vida. Ixca Cienfuegos era un bohemio folcloroide, filósofo sin serlo, figura monolítica que ampliaba su horizonte saliendo cada que podía de los muros de concreto. Si bien no recuerdo con exactitud la dimensión completa de la novela (han pasado ya más de dos décadas que la leí), sigue en mi memoria el asombro de una narrativa que me incitó a buscar más libros del autor, y encontrar otro tipo de obras, cuentos, novelas, ensayos, que supusieron un aumento en mi intelecto literario. No todo lo que leí de Fuentes fue interesante. Aura, otra novelita que pronto cumplirá unas tres o cuatro décadas de aparecida, tiene esa magia del escritor intenso. La cabeza de la hidra, la única novela memorable de su etapa negra (por lo de la novela negra). Cristóbal Nonato (inleíble), Terra Nostra (novela que no leeré, a menos que me den una beca). Claro que me dan gusto los cincuenta años de La región más transparente del aire. Es gratificante que una obra como esta sea homenajeada con una nueva edición de Alfaguara, corregida, revisada, renovada en el sentido editorial. Ojalá y esta reedición atraiga más lectores, sobre todo jóvenes, quienes deberían acercarse a esta obra con el gusto de descubrir una muy buena novela.
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