Mantarraya
Apuntes sobre lectura y literatura (I de II) Por: Heber Quijano Hay una educación espiritual que sólo la lectura de literatura —que no es lo mismo que la lectura de revistas especializadas, autos, chismes, cocina y/o mujeres suculentas— puede infundirnos, al igual que el acercamiento al arte. Ya lo decía Nietzsche: "Vivir sin arte sería un error". Quizá mi idea sea muy romántica y hasta decimonónica, y conste que crecí con Mtv. En fin, regresando a mi terca y eternamente presente convocatoria a la lectura, seguiré sobre los datos recopilados por Camilo Ayala, coordinador de Planeación Editorial de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM. Recordando la columna anterior, tenemos que la UNESCO recomienda la lectura de cuatro libros al año, como mínimo pertinente. Una encuesta de Mitofsky indicó que 60.9 por ciento de mexicanos dice haber leído uno o más libros al año, pero no recuerdan el último. Además del dato duro porcentual, queda claro como el agua que no recordar título del último nos indica no sólo una insuficiencia de fondo, sino un claro desprecio. Aun pensando que la clase media tendría la botella por el cuello, los datos muestran que en la mitad de los hogares donde hay algún profesional se tienen menos de 30 libros. Digamos que a sus 25 años, por citar a los más jóvenes, han leído poco más de un libro al año, incluyendo los escolares. La cuenta sigue, 18 por ciento de quienes han realizado estudios superiores o de posgrado nunca han visitado una librería. Adrián de Garay Sánchez, en un estudio de 2001, muestra los resultados de un cuestionario aplicado a universitarios mexicanos: 12.4 por ciento nunca compra un libro, 46.4 casi nunca, 30.2 a veces y sólo 11 por ciento frecuentemente. Aquí lo más desolador: 21 por ciento de la población mexicana no tiene un solo libro en casa. Vaya, ni la Biblia. Cabe señalar que la franja inferior de la pirámide social no cabe en estos datos, pues desafortunadamente ese sector difícilmente consigue un "hogar" con paredes y techo. El ejercicio del raciocinio proviene de la capacidad de comparar ideas y desarrollar conceptos, de distinguir entre una circunstancia de otra, análoga o por contraste. Quienes no llegan más que a conocer un lado del espejo nunca podrán usar esa capacidad que nos distingue de los monos. Varios millones de mexicanos tienen contacto con la lectura sólo durante 10 minutos en la misa dominical; 57 por ciento son analfabetos funcionales: saben leer y escribir pero lo hacen mal o no lo hacen (en todo caso no está al corriente con las noticias diarias o con la historia: "un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla"). Será casual que los países más pobres y más corruptos sean los de menor nivel educativo. Una lista de la OCDE sobre índice de lectura realizado en 108 países colocó a México en el lugar 107. Y ya de colofón de los 15 millones de lectores que existen, sólo 2 por ciento tiene el hábito de la lectura, según una encuesta de la Procuraduría Federal del Consumidor. ¿Qué nos espera en una sociedad así?
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