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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

Evel Kenivel

Por: Dionicio Munguía J.

Su figura cayendo en el cemento es conocida por todos aquellos que alguna vez estuvimos, en el Autódromo Hermanos Rodríguez, en el espectáculo que diera en los años ochenta, a principios. Fue morboso enfrentarse a toda la parafernalia de su acto, motocicletas, autos, llamas, círculos de fuego, explosiones que llenaban la tarde noche con reflejos naranja. La ciudad de México fue un escenario majestuoso, aunque el regreso no fue tan glamouroso como la figura de Kenivel en el aire. Y no podríamos hablar de él sin pensar en qué se convirtió: en un símbolo de la cultura norteamericana, símbolo que creció con base en la leyenda de sus fracturas.

Durante más de veinte años supimos de sus actos y la mayor parte del tiempo nos asombramos por su audacia (o estupidez, diría un amigo hace varios lustros). Y aunque el antiyanquismo que teníamos los jóvenes en aquellos años nos hacían desear su fracaso, la mayor parte del tiempo disfrutamos viéndolo por la televisión y algunos niños hasta deseaban convertirse en una imagen semejante, un audaz loco que brincaba desde cualquier lado, o realizaba los actos más temerarios en una ciudad.

Ahora, y para ampliar el obituario de símbolos del siglo pasado, acaba de morir, no como el profesor Zovek en México, o como algunos desconocidos acróbatas que cayeron en cumplimiento del espectáculo: en una acrobacia arriesgada. Evel Kenivel murió no tan tranquilamente, pero sin caerse de una moto o estrellándose en un auto o brincando entre explosiones espectaculares en una pista de carreras.

Sí, podríamos decir que murió de manera tranquila, no acorde a la vida que llevó y que su hijo ahora intenta emular. Kenivel se transformó en una leyenda poco deseada por las madres, pero admirada por jóvenes que tenían en su sangre una adicción por la adrenalina, ese síndrome de la fama, esa necesidad por sobresalir, aunque se hagan las cosas más estúpidas y se adquieran lastimaduras que, en muchas ocasiones, dejan secuelas difíciles de olvidar. Así fue la vida de este norteamericano, un tanto loco, pero un tanto audaz, atrevido, que rompió la barrera de la cordura por el simple deseo de brillar en el firmamento de la trivialidad norteamericana.

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