Mantarraya
Huxley y la psicodelia Por: Heber Quijano Envuelto en el halo hippie de hace cuarenta años, me encontré un inteligente ensayo de Aldous Huxley, en El camino al infierno, editado en 1971, respecto al consumo de sustancias psicotrópicas, desde su formación tan inglesa. Es popular la fascinación que provocaron dichas sustancias en los artistas de la posguerra. Desde la peregrinación de los beatnik, encabezados por Allen Ginsberg y con la impulsividad de William Burroughs como punta de lanza y cuya gran influencia haría de Jim Morrison un devoto más, hasta la convivencia intrínseca de Antonin Artaud con los tarahumaras, sin olvidar las míticas Enseñanzas de Don Juan de Carlos Castaneda. Con el descubrimiento de Albert Hofmann, quien experimentaba con alcaloides del tizón (hongo pequeño) del centeno para crear un estimulante circulatorio y respiratorio, de la Dietilamida de Ácido Lisérgico (LSD), reverenciada por Timothy Leary; y con la mezcalina del peyote, dicha generación abrió las puertas de la percepción para colorear el sufrimiento de la posguerra y alumbrar al mundo con la utópica consigna: Amor y Paz. La gran depresión espiritual, provocada por los valores de la sociedad industrial y los estragos de la guerra, incitó a estos espíritus tan asfixiados por los rascacielos a fugarse hacia la espiritualidad tribal y chamánica de las etnias, de la misma forma como Mattise y Gauguin recuperaron la plasticidad del color en el arte popular africano y caribeño. Huxley pretende darle una justificación psicosocial, en su muy británico estilo: "Especulé en términos de ficción sobre las formas en que una sustancia afín a la psilocibina pudiera utilizarse para dar potencial a la educación no verbal de los adolescentes y para recordarle a los adultos que el mundo verdadero es muy diferente al mundo tergiversado que han creado para sí mismos por medio de sus prejuicios condicionados por la cultura" Para Huxley, "la mente colectiva del hombre tiene un alto grado de viscosidad y fluye de una posición a otra con la determinación involuntaria de una marea de lodo [por eso quiere encontrar en los psicotrópicos] mejores solventes para licuar el lodo pegajoso de un estado mental anacrónico", debido a que " a través del uso de sicodélicos que no sean dañinos [se podría impartir] un curso de conversión de experiencias o éxtasis químicamente manipulados; creo que esto proporcionará todas las fuentes de energía mental, todos los solventes contra el lodo de los conceptos, que necesita un individuo". Sin duda, Huxley sabía perfectamente del poder que ciertas sustancias tienen, pero quería demandar su uso en el sentido más espiritual posible, en el sentido contrario en el que las usan ahora nuestra generación: como sedante. Pero no el sedante para enfermos terminales (como el caso de la morfina, la mariguana y el propio LSD), sino para desmentir este patético ciclo que nos toca vivir, y que además se está adueñando de nuestra putrefacta sociedad con su apéndice más sintomático: el narcotráfico.
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