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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

Las razones del diablo

 

Premio Nobel 2008

Por: Dionicio Munguía J.

 

Por más que intento recordar algún libro que haya leído de Jean-Marie Gustave Le Clézio, encuentro un vacío alarmante. Y no es la primera vez que me sucede. En varias ocasiones me he visto ante la necesidad de investigar quién es el ganador del Nobel, qué obras ha escrito, dónde demonios puedo encontrar textos o libros nada caros, porque siempre sucede lo mismo, cada vez que el nombre es dado a los medios, casi de manera inmediata se eleva el costo de los libros (si es que existen traducidos al español y en las librerías del país). Algunas veces he tenido que repasar los libreros de las bibliotecas cercanas, ya sean públicas, privadas o de amigos que no saben exactamente qué es lo que tienen en sus libreros.

Pero fuera del fragmento de cuento publicado en Milenio, que por cierto no es nada malo, a Le Clézio definitivamente no lo conozco, y eso que argumenta una estancia de más de doce años en nuestro país, viviendo en la ciudad de México, vagando por diferentes sitios tanto en Yucatán como Chiapas, Tabasco y zonas no tan conocidas pero interesantes para el autor francés. Y es posible que la realidad que vivió Le Clézio en México sea tan diferente en estos momentos, que su recuerdo más inmediato haya cambiado de ambiente y sea tan solo un espejismo, como muchos otros recuerdos que tiene la literatura universal.

Y los Premios Nobel, que no han sido entregados en siete ocasiones, tienen una historia que contar. La más reciente es el espía que, al parecer, ha hecho de las suyas en los últimos años, proporcionando el nombre de laureado días antes que la información llegue a los medios de comunicación. Ese secreto que tanto ha defendido la Academia Sueca ahora está en problemas de credibilidad. Aunque la Academia ha tenido estos problemas desde hace mucho tiempo, cuando se comentado que los premios, algunos más que otros, obedecen a razones políticas y no necesariamente literarias. Eso ha empañado la carrera de Toni Morrison, una de las pocas escritoras de color que han sido premio Nobel, además de norteamericana.

O el premio nunca dado, aunque todo el mundo pensará que el nombre sería el lógico y la presencia de Pinochet junto a la imagen de Borges impidió, políticamente hablando, otorgarle la distinción al escritor argentino, como también le sucedió a Cortázar. O el otorgado a Nadime Gordimer, sudafricana defensora de Mandela, quien acaba de salir de la cárcel después de más de veinte años de prisión. O la aparición de Naguib Mahfouz y la necesidad de aplacar, dicen, el medio Oriente sumergido en un fuego atroz.

La realidad de los cinco latinoamericanos que han recibido el premio Nobel es diferente. Épocas en donde las expectativas se diferenciaban con la calidad de los autores, tal vez más reconocidos a nivel mundial que los recientes galardonados del Nobel, a excepción de Harold Printer, Doris Lessing, Gunther Grass, José Saramago y Darío Fo. Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Gabriela Mistral tenían o eran más conocidos fuera de sus países y en sus países, aunque su obra, por momentos, era impenetrable para los lectores.

A Le Clézio lo conoceremos de manera más amplia en este año de Nobel, hasta el próximo, cuando, con espía o sin él, la Academia Sueca dé nuevamente el nombre de Premio Nobel de Literatura. ¿Y por fin será el año de Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa o Mario Benedetti? El año que entra lo sabremos.

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