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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

Oración para Marilyn Monroe

Dionicio Munguía J.

A pesar de la distancia que nos separa de la figura mítica de Marilyn Monroe, no se puede negar la influencia de la diva en la literatura internacional. La muy famosa Oración para Marilyn de Ernesto Cardenal, los versos sueltos de Neruda, Borges, e incluso Bukowsky insertan a la rubia platinada en la adoración de un icono que va más allá de la simple mortal transformada en diosa de un Olimpo imaginario, de un silo acultural en que se ha convertido Hollywood, en California.

Marilyn tambien participó, como fotografía, en la obra de Warhol e inspiró un par de obras de teatro nunca vistas en nuestro país escrita por Arthur Millar. Obras, si bien es cierto, menores del dramaturgo norteamericano, donde lo importante era el sentimiento que afloraba por la que fue su esposa por poco tiempo.

La figura de Joe DiMaggio en el béisbol es más que importante. La relación de la rubia de Siete evas para siete adanes y el beisbolista no precisamente guapo de las grandes ligas, traspasó los campos deportivos y se inscribió en los tabloides de chismes, ya tan comunes en aquella época como en esta.

Marylin se transformó en una fuente de inspiración, de frases dichas al desgaire, de biografías imaginarias como la escrita por Rafael Ramírez Heredia o los cientos de artículos (como este) que se han escrito alrededor del mundo en torno a la figura, escultural para aquellos tiempos, de Norma Jean.

He tomado la figura de Marilyn Monroe para establecer un punto de contacto de la literatura con el mundo circundante. Hace un par de décadas, sin una comparación decente, un grupo de escritores utilizó las páginas del desaparecido suplemento Sábado del unomásuno para crear una serie de textos en torno a la actriz (¿?) mexicana Bibi Gaytán. Rubén Bonifaz Nuño escribió su Collar para Lucía Méndez y algunos otros escritores le han escrito a actrices actuales buenos y malos textos, magnificas obras literarias o simples hojas llenas de palabras que no traspasaron la historia y se acomodaron en el recuerdo de quienes tienen por costumbre leer.

Decía Joaquín Sabina que nadie siente nostalgia por lo que no se ha tenido, pero al menos en nuestro país, la realeza se ha trasladado a los actores y actrices de la televisión o cine (según la época), dándoles la categoría de dioses de un olimpo que no nos corresponde culturalmente. Si tomáramos esta situación, nuestros dioses serían aztecas y no griegos y nuestras diosas serían figuras redondas, morenas, repletas de curvas no muy angostas y grandes sacrificios humanos a sus pies.

La traspolación de la imagen ficticia a la literatura no es nueva ni nunca lo será, pero definitivamente es divertida. Es por eso que recurrí a Marilyn Monroe, porque sin pensar mucho, sigue atrayendo esa mirada triste de una mujer que se enfrentó a un tiempo machista y decidió salir por la libre sin necesidad de tomar la opinión de los demás.

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