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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

Libros

Dionicio Munguía J.

Compartamos una idea. Por lo general, el que lee es una persona que tiene un tiempo libro y toma con cariño un libro, lo abre en el capítulo adecuado, según el marcador que use, se acomoda en el asiento, reposet, sofá, lecho o algo semejante y dispone de su tiempo para enfrascarse en una lectura que le dejará buenos instantes, por lo general.

Sin embargo, hay conceptos sociales que marcan estas actitudes como un desperdicio del tiempo, flojera, ocio (que bien usado es benéfico) o tanta palabrería lerda que sólo descalifica una acción por hacerlo simple. Las mentes simples, dice Robespierre, son aquellas que hacen mover las máquinas, las mentes complejas las diseñan. La lectura no es un acto simple, es una elección compleja de conocimiento. Entre más leamos, mas tolerantes seremos.

Es factible esperar de nuestros políticos mexicanos un ademán contrario a la lectura y, en su caso, a las artes en general. El presidente de la república estableció al principio de su mandato un programa que en el papel era magnífico: Hacía un país de lectores; sin embargo, el primero que debería de poner el ejemplo, el Ejecutivo, es una persona inculta a su manera, que no toma por equivoación un libro y muchos menos habla de leer entre quienes lo rodean. No es imposible, pero si sorprende que la persona que propuso un programa para activar la lectura sea quien menos lea.

El problema es mucho mayor de lo que se piensa. Como gente interesada en las letras, durante presentaciones o lecturas frente a muchachos de prepa me han preguntado insistentemente en cuál es la forma de acercarse a la lectura. La respuesta, por obvia, es irrelevante: leer. Pero el acto de leer proviene de la imitación infantil, de la pasión de un maestro o de la simple curiosidad. Y no siempre estos factores se cumplen: ni hay libros en casa, ni existen muchos maestros con pasión por la lectura ni se despierta la curiosidad en los jóvenes.

Ellos, los jóvenes, no conocen las facultades que proporcionan los libros. La imaginación, el conocimiento, la tolerancia, la cultura en general. Se es menos inculto mientras más se lee, se aprende mejor mientras se lee un libro. No sólo contienen literatura, sino también historia de la sociedad, de la humanidad, para que evitemos los errores del pasado y vivamos mejor en este mundo. Espero que nunca lleguemos al Apocalipsis que Ray Bradbury escribe en Fahrenheit 451: la destrucción de los libros porque corrompen a la humanidad.

Prefiero saber que siempre habrá libros y siempre habrá lectores, a pesar de que quienes tiene la fama inmediata no se preocupen por leer, porque son ellos quienes darían el mejor aliento a este acto, y de paso, darían vida nueva a un elemento indispensable en nuestra historia, el libro.

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