Otra tocada más de punk en Metepec
Al margen de las instituciones, Raúl Rock y la pura banda organizan concierto con presencia internacional
Blanca Ocampo
Metepec
Todo comenzó la tarde del miércoles pasado en la casa-taller de Raúl Rock, inconfundible y conocido lugar en Metepec lleno de murales, cuadros y esculturas en barro realizadas por él mismo, referencia ineludible para la banda que gusta sudar al ritmo del punk y también para aquellos curiosos del arte y la cultura en este municipio del maguey y la bondadosa garañona.
Raúl tiene ya unos veinte años organizando tocadas; las primeras incluían hasta la venta de tortas hechas por su señora madre y sus hermanas. Y aunque ya no haya posibilidad de probarlas, todavía persiste el afán de Raúl –promotor alternativo, mucho más allá de cualquier aparato burocrático– por continuar con un foro representativo de la contracultura en Metepec: el solar de su casa, donde la banda que no aparece en los carteles de las instituciones o festivales oficiales lanza con voz propia una manera de ser, de expresarse y comprender al mundo.
"El que organiza se chinga", eso lo sabe bien, sabe que quien convoca al toquín es el primero en llegar y el último en irse; el que tiene que lidiar con los grupos que quieren tocar antes, después o que de plano siempre no se avientan el palomazo; el que tiene que lidiar con todos los que quieren entrar de a grapa; el que tiene que apaciguar las euforias después de los prolongados tragos; el que resuelve los problemas y recibe las quejas, y todo para qué, para que nunca falte quien le diga "estuvo bien pinche tu tocada".
No importa, a la del miércoles asistieron más de 100 almas, jóvenes y no tanto, para escuchar a Los orines de puerco, Rein, Cadáveres Escarlata y Konsumorespeto en el cierre, una banda venida desde el subterráneo español.
No faltaron los peinados clásicos de la estética punk queriendo tocar el techo con las puntas afiladas del cabello, el brillo de los estoperoles, las botas industriales, los piercings en cualquier parte del cuerpo igual que los tatuajes y el irrebatible negro en chamarras, pantalones, labios y playeras.
Sin embargo, el protagonista, como siempre, fue el slam, rito corpóreo y casi tribal que hermana al respetable, mejor conocido como la banda; esa a la que las instituciones niegan un espacio, excluida de las políticas culturales por ignorancia, temor o prejuicio.
Y es que lo más importante no es el virtuosismo en la ejecución de los instrumentos ni en la voz, sino en la fuerza y la vitalidad de la protesta hecha canción en contra del sistema.
En torno al punk todavía hay mucho que decir y discutir, pues como en todo, hay diferentes y polémicas facetas de este fenómeno, ya extinguido para algunos, para otros una agresión sin argumentos, y para unos más una forma de vida.
Lo cierto es que sigue presente en Metepec igual que en San Cristóbal, Toluca, San Pablo Autopan y otros lugares del valle.
Todo comenzó la tarde del miércoles pasado en la casa-taller de Raúl Rock, Altamirano esquina con Pedro Asencio, y aún antes, hace más de 20 años, cuando este personaje, en compañía de la pura banda, decidió –por necesidad y necedad– generar un espacio para el buen desmadre.
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Raúl Rock, 43 años, fundador de los famosos Orines de puerco, baterista, escultor, pintor, escritor, alfarero, promotor contracultural, catador de garañona y amigo de la banda… Estuvo bien chida la tocada.
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