Médicos del arte, por el rescate de la memoria
En una visita al Departamento de Conservación y Restauración del IMC, las palabras develaron los secretos que guardan algunas obras de arte de la entidad mexiquense
Por. Silvia Márquez / Toluca
Primera de dos partes
Según la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía "Manuel del Castillo Negrete", los conservadores-restauradores deben estar capacitados para explicar la constitución, elaboración y características particulares de las diversas formas de los bienes culturales muebles; determinar los valores particulares del bien cultural; explicar las causas, efectos y mecanismos del deterioro de los bienes culturales; determinar, por medio del análisis detallado del bien cultural, las condiciones de conservación del mismo, con cuyas conclusiones elaborará el proyecto adecuado de intervención; determinar y aplicar en la práctica los métodos y procedimientos adecuados para la buena conservación de los bienes culturales, dentro del marco de la acción interdisciplinaria, entre otras cosas.
En el Estado de México, específicamente en el Centro Cultural Mexiquense, se encuentra el Departamento de Conservación y Restauración, encargado de velar por el cuidado del acervo de museos, bibliotecas, centros regionales de cultura y algunas colecciones de organismos públicos y privados que solicitan el servicio.
Además del recién inaugurado Taller de Restauración de la Universidad Autónoma del Estado de México, es el único en su tipo en la entidad.
La responsable del Departamento, Guadalupe Peredo, en una larga plática con IMPULSO, dejó ver las características de los procesos de restauración y conservación. Además, las palabras giraron en torno a las obras de arte que encierran historias desconocidas por muchos.
ANTECEDENTES
Los años regresan en la memoria de Peredo, quien recuerda que aún antes de que se levantaran los muros del Departamento de Conservación y Restauración del IMC, se comenzó el trabajo con el acervo del Museo de Antropología en 1986, un año antes de que el Centro Cultural Mexiquense abriera sus puertas.
"Antes de la inauguración nos instalaron aquí porque nos dimos cuenta de que se necesita restaurar acervo de los otros museos, del Centro Cultural nada más, así como el acervo de la Biblioteca y del Archivo Histórico que antes estaba en la Ex Hacienda San Juan de la Cruz".
En esa época, además del trabajo interno, se tuvieron conexiones con los Estados colindantes y el Instituto Nacional de Antropología pidió apoyo al IMC para intervenir en la conservación y restauración de los bienes muebles de la zona arqueológica de Malinalco.
Ante la carga de trabajo, "no había otra alternativa más que preparar al personal. Me di a la tarea de hacer convocatorias, se detectó al personal que tenía inclinación, se puede decir que muchas personas no tenían el perfil, pero tenían la habilidad (...) La preparación en cuanto a documentación o información de las metodologías fue mi tarea. La gente que se encuentra aquí no egresó de una licenciatura pero son excelentes restauradores", explicó Guadalupe.
Después de los primeros cuatro años de trabajo, Peredo dejó el Departamento al que regresaría diez años después, en 1999. El proceso de readaptación incluyó rehacer programas y proyectos, echar a andar el laboratorio y avanzar en metodologías de investigación.
TRATAMIENTO DE OBRAS
Para la responsable del Departamento, "hay obra que merece una atención continua, sobre todo acervos vírgenes, que no han sido intervenidos, como el de Zinacantepec, donde podemos encontrar obra mutilada, quemada o que está simplemente pegada con clavos en su bastidor".
El abanico es amplio y ejemplos hay muchos. Uno de los más sonados es el del Cristóbal de Villalpando, una "anécdota interesante", como lo recuerda Peredo.
"Nos instalamos en el Museo de Bellas Artes de Toluca antes de su reapertura y la pintura de Villalpando se veía muy nueva. La parte de arriba tenía la técnica del regatino, que consiste en poner líneas verticales con un pincel delgado en los faltantes de la obra (...) Fue un reto porque se veía caricaturesco", dijo.
La obra de Villalpando tenía intervenciones no apropiadas que le hicieron en los años setentas. Además se mutilaron algunas veladoras del original y detalles originales de acabado; los pentimentos (cambios que realizó el pintor a la obra que pueden percibirse en las capas subyacentes del cuadro) mostraban personajes con tres manos.
"Cuando retiré la pintura me di cuenta de todo eso. Los personajes se veían sobrepuestos en un cielo nuevo. Me dio mucha tristeza porque hay un libro exclusivo de Cristóbal de Villalpando y ahí presentan la fotografía de la pintura original y dicen que es una lástima que presentara una mala restauración.
"Lo que hice fue eliminar todo, tomé muestras de la pintura y del lienzo original (porque ya tenía el otro lienzo nuevo de lino). Llamé al investigador de Villalpando y lo invité al museo. Ya le había hecho estudios, le saqué radiografías y él ni siquiera sabía lo que había detrás del cuadro (...) eso le dio mucho gusto y ahora que edite su nuevo libro espero que saque la corrección", explicó Peredo.
Otra "aventura" fue la conservación del acervo conventual del siglo XVI. Los libros, que no fueron abiertos por varios años, almacenaron humedad, bacterias e insectos pequeños. Durante la revisión, se encontró una Biblia sin pasta ni fecha. "No sabíamos nada, sólo que estaba escrita en griego".
Fue hasta que se revisaron sus grabados con un microscopio estereoscópico cuando localizaron la fecha camuflada en uno de ellos. "Por ese dato supimos más o menos de qué época era esa Biblia".
En otras intervenciones, se ha trabajado con piezas del Museo de Teotenango que nunca habían sido tratadas. "Se estuvo trabajando en los petroglifos que están en la zona y son cerca de veinte. Es importante atenderlos porque desde su descubrimiento en los años setenta están a la intemperie y eso los daña con la lluvia, polvo, ataque biológico de microorganismos y pueden llegar a desaparecer".
Además de acciones de restauración, el Departamento también realiza conservaciones preventivas, como la que hace poco se hizo en el Museo de la Acuarela. "Ahí ya está muy estable el acervo, intervenimos toda la obra que está en salas y la que tienen en bodega. De igual manera se está trabajando en el Museo de la Estampa", dijo Guadalupe Peredo.
PROCESO
"Cada obra es un aprendizaje. Se deben tener las técnicas y bases de Química, de Física, de Biología, no solamente se trata de llegar y tratar la pintura, ponerle un resane y ya, sino que son cosas de más estudio", explicó la restauradora.
El proceso que sigue una obra es prácticamente el mismo, ya que en el momento en que llega se le hace una fotografía general y otras más detalladas de los deterioros que presente.
Poco después se hace una revisión visual y si se detecta alojamiento de insectos, se procede a una desinfección y fumigación.
A la par se va armando el historial clínico, que para los restauradores es el soporte de su trabajo. "El historial no debe de dejarse a la ligera porque en la historia clínica se escriben los procesos de restauración y conservación. Antes de que los restauradores intervengan, yo les pido la propuesta de tratamiento, la discutimos y después se interviene. Entonces ya entra la fumigación, limpiezas mecánicas, consolidaciones, uniones, etcétera".
Ante la pregunta "¿hay obras que no se pueden restaurar?", Peredo dijo que la respuesta "depende de cada restaurador, yo hago lo imposible por rescatar mi historia y una parte de mis raíces. Las personas que dicen que algo no se puede restaurar o no saben o no sé qué piensan, yo no te podría decir eso".
0 comentarios