Mantarraya
De cómo nos queda lejos la nomenclatura teórica o la etiquetas fallan
Por: Heber QuijanoPor azares del capricho ha llegado a mis manos, a casi veinte años de su primera edición en francés, El tiempo de las tribus (México, Siglo XXI) de Michel Maffesoli, sociólogo francés en boga por su gran capacidad de síntesis y sus aportaciones trepidantes, al menos para los más heterodoxos, quien también publicó recientemente un artículo con una propuesta semejante a la del libro en la revista Convergencia de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Autónoma del Estado de México, ambos traducidos por Daniel Gutiérrez, miembro del Colegio Mexiquense. Aquí hay que hacer dos señalamientos. Primero, la importancia académica que ha conseguido en sus más de diez años la revista Convergencia, reflejada en la colaboración de Édgar Morin, Franco Ferratori y el propio Maffesoli, intelectuales de primer orden en el "primer mundo"; segundo, la calidad prevaleciente en algunos de los académicos residentes en el Estado de México y el resultado de sus trabajos.
A propósito de la lectura del libro de Maffesoli y de la presencia en nuestro país de Lipovetsky hace unos meses, he recaído un poco en el tema de la posmodernidad y sus consecuencias. Cuesta trabajo, en verdad cuesta mucho trabajo, asimilar esa condición "posmoderna" de nuestra sociedad actual, sobre todo cuando el término proviene de una cultura netamente occidental de países "desarrollados", ya provenga de la Escuela de Frankfurt, del grupo de Bourdieu, del de Maffesoli o del de Lipovetsky. Entrar en la dinámica de juzgar la posmodernidad de este lado del Atlántico, de este lado del "subdesarrollo", nos debe poner a pensar arduamente en la generalidad de esta postura. Está bien, seré más concreto: ¿puede hablarse de una tendencia a la individualización en los Altos de Chiapas? ¿Podemos entender la dinámica del "hiperconsumo" en las aldeas bolivianas, brasileñas o peruanas? ¿Hay diferencia entre el neotribalismo citadino de ciertos grupos en París, Londres, Barcelona o Nueva York con los grupos indígenas o aborígenes en Asia, Latinoamérica, Australia o África? Vámonos al principio: ¿les ha llegado ya la modernidad a todos? Todo parece ser cada vez más confuso. ¿Tendríamos que hablar entonces de una "posmodernidad en los países desarrollados" o buscar un término más preciso y delimitado geográfica, económica y socialmente?
Claro, el peatón tiene derecho a juzgar mi parcialidad. No es necesario que llueva en todo el mundo para demostrar que ha llovido. Ello no significa que las posturas sobre la posmodernidad sean equívocas; por el contrario, con sus bemoles, la mayoría son muy certeras. Pero en nuestras sociedades (aquí el lector puede poner cualquier ciudad que no sea europea, rusa o norteamericana), tan divergentes, tan disparatadamente opuestas, perimetral y diametralmente, bien pueden convivir la "posmodernidad" consumista, hedonista e individualizante de las grandes metrópolis con las comunidades paupérrimas y los grupos étnicos tanto en los cinturones de miseria o en la indiferencia y desdén de la misma sociedad. ¿Con qué ojos debemos vernos?
Comentarios: heberquijano@yahoo.com.mx
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