Las razones del diablo
Morricone
Por: Dionicio Munguía J.
Un amigo, hace muchos años, insistió que la música en el cine era un complemento a la historia. En ese tiempo disentía plenamente y juraba que la música, como en los viejos filmes, era solamente un apoyo dramático y poco utilizado. A pesar de que Casablanca, ese film mítico de Bogart, tenía lo que ahora conocemos como soundtrack, piezas que se convirtieron en clásicos, no era precisamente un grupo de piezas que apoyaran en su totalidad a la película. Y ese era principalmente mi argumento.
El ciudadano Kane, a pesar de la majestuosidad y de la historia, usa de manera incidental piezas musicales clásicas, no depende plenamente del sonido, ni su dramatismo se basa en la música. Y ese fue el sentido de prácticamente todo el cine, desde el mudo hasta Walt Disney. Aunque habría que hablar de la excepción: el musical. El primer musical que vi y disfruté fue Calle 42, sencillo y agradable, nada complejo, pero definitivamente la mejor película para comprender este género. Ni dudarlo. Aquí faltarían algunos otros, pero esos bien pueden quedarse en el olvido de mi memoria.
Sin embargo, y para refutar mi teoría, tuve a bien descubrir una película poco conocida fuera de los círculos de cine de arte. Película que no es precisamente un film de imaginación, sino basada en hechos reales: La batalla de Argel. No recuerdo al director ni a los actores principales. La trama es sencilla: la guerra de independencia de Argel contra Francia y los principales acontecimientos de dicha guerra. Pero esa película tenía otro elemento que con el tiempo se convirtió, al menos a mi parecer, en un elemento importante de la cinematografía mundial: la música, y en este caso, compuesta por el inigualable Ennio Morricone.
La persecución en los panales de los edificios del kabash argelino no podía ser tan impresionante sin las percusiones que ideó Morricone, ni la tensión de la manifestación en las calles. Eso fue maravilloso. Poco después aparecería en las pantallas el spaghetti-western El bueno, el malo y el feo, también musicalizado por Morricone y la obra maestra, La misión, con Jeremy Irons como protagonista. Podría mencionar algunas piezas magistrales más, pero sería impedir la búsqueda discográfica del maestro italiano.
Fuera del cine donde se ha desarrollado de manera comercial, Morricone también ha realizado discos que son algo complicado de conseguir, aunque no imposible en este lado del continente. Lo más seguro que con la presencia de Ennio Morricone en México, en próximos días (estar atentos a la programación en los periódicos de circulación nacional), circulen, ya sea en conciertos o en sitios especiales, esos discos que a algunos nos ha costado trabajo conseguir. La apertura de los conciertos de tipo masivo en México en los años ochenta del siglo pasado, ha permitido disfrutar de grupos que, en su momento, no habían conseguido permiso para tocar en nuestro país. Qué bueno que ahora ya se puede disfrutar de conciertos de este nivel. No se pierdan la Morricone, y si van, platiquen.
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