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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Mantarraya

Nostalgia de lo perdido

Por: Heber Quijano

Hoy podría hablar con palabrotas, chingadazos y vituperios. Hoy podría ponerme melancólico y arrastrar por estas letras los balbuceos que provocan la comprensión del funcionamiento canibalesco de la sociedad posmoderna, neoliberal, consumista, explotada y explotadora. Hoy podría fingir que mi generación percibe con pelos y señales la realidad que se cierne, como alacrán: la opresión de los medios de comunicación, el problema metafísico de perder el trabajo, el destino aciago del finiquito, de la desaparición de la seguridad social, laboral, ecológica, identitaria, sexual… bueno: siempre es hoy; nunca, mañana.

Hoy despertamos con las certezas del cambio climático, de las crisis alimentaria y energética, y del comienzo de la carrera armamentista en busca del poder sobre el agua. Me daría miedo darle a mi hijo por herencia un mundo con tal panorama (y conste que no estoy sumándole la deuda externa). Sin embargo, recuerdo que hace 113 años, el 19 de mayo para ser exactos, cayó en el combate de Dos Ríos el alma espiritual latinoamericana que tanto hubiera querido por pendón Simón Bolívar: José Martí. El precursor del modernismo. Político, periodista y escritor alguna vez avecindado en nuestro país, sigue alumbrando desde sus obras y pensamiento la antorcha de la revolución cubana, y sigue siendo su padre ideológico.

Si bien, ya entrados en los avatares de la globalización, la idea de una Latinoamérica homogénea, hermana y compañera, pudiera sonar romántica y anticuada; también cabe señalar que lo "latino" es tenido por uno y homogéneo en los lugares recónditos de la ignorancia globalizante, en la que las diferencias sólo son percibidas por el precio. En el peregrinaje intelectual e ideológico que tanto nos falta revisar, José Martí se planta tanto en su poesía como en su carácter político como un gran roble que sólo da la sombra de la filantropía, la ilusión de un mundo equitativo, sin discriminación y con la oportunidad de que todos estemos unidos por el amor a la patria y a la libertad.

Hoy, también recordé a aquellos jóvenes del Mayo francés de 1968 que convirtieron la libertad, la fe en la humanidad, en su reclamo contra la guerra y contra la represión de la sociedad de la posguerra contra todos los grilletes: la moral, el napalm, las prohibiciones del sexo, de las drogas, el terror al socialismo. Este movimiento juvenil caminó por la primavera de Praga, se fue al verano del amor en San Francisco, pasó terriblemente por Tlatelolco, y siguió su torbellino por todo el mundo. Se quedó implantado en el inconsciente colectivo de todos aquellos que alguna vez hemos pensado que este mundo puede ser mejor, que no somos unos burdos soñadores —o que al menos no somos los únicos—, que el sueño no ha terminado, que el amor es la verdad que nos hará libres. Vamos, hoy de nuevo podemos decir: "Seamos realistas, pidamos lo imposible".

heberquijano@hotmail.com

1 comentario

Artemio Dominguez -

esta culerisimo este texto