Un canto de alegría en Toluca
La OSJEM y el Coro de la OSEM interpretaron la Novena Sinfonía de Beethoven con una sala llena que exigió arte y cultura los domingos Por: Silvia Márquez / Toluca En medio de un ambiente de violencia, de voces oscuras que inundan el espacio, se alza un grito en el silencio: "¡Oh amigos, dejemos esos tonos! / ¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!". Es el cuarto movimiento, que ha sobrevivido los apoteósicas pasajes de los movimientos precedentes. Una melodía mundialmente famosa comienza para dejarse llevar con recapitulaciones de la obra, a lo cual los violoncellos contestan con una tonalidad oscura, hasta que una voz irrumpe con la tesitura de barítono: "Amigos no en esos tonos..." Ante la petición viene la alegría, bordada primero por la orquesta y luego por el coro. Cellos, flautas y oboes recrean el clima postrevolucionario francés y las voces llegan a niveles estremecedores para dar el desenlace de sinfonía único en medio de un ejercicio operístico. Es el 7 de mayo de 1824. Diez años después de su última sinfonía, la Octava, Ludwig van Beethoven ofrece al mundo su Novena Sinfonía, en re menor. El Teatro de la Corte Imperial de Viena es el escenario de una presentación que se caracteriza por la abrumadora presencia de celebridades de la época, aristócratas, nobleza y todo el morbo que desencadena un Beethoven sordo, abandonado y casi moribundo. Ningún habitante del corazón cultural de la Europa del siglo XIX quiere perderse lo que, se presume, sería la última aparición pública del compositor alemán. Efectivamente fue así: en los tres años siguientes Beethoven se recluyó en su casa aquejado de diversas enfermedades lo llevaron a los brazos de la muerte. En el programa de mano se puede leer: «Gran obertura Op.124.Tres grandes himnos con solos y coro. Gran sinfonía con un final en el que toman parte solos y coros sobre el texto de la Oda a la alegría de Schiller». Beethoven toma la batuta y le da la espalda al público. No es capaz de escuchar nada de lo que ha creado. Su sordera es total. Las crónicas cuentan que cuando la sinfonía concluyó, el teatro se desbordó en aplausos, y una solista tuvo que acercarse al maestro y girarlo para que viera, entre lágrimas, a todo el público puesto de pie. La escena de la Novena de Beethoven se repite una y otra vez. El mundo la escuchó con la misma emoción la noche del 9 de noviembre de 1989 durante la caída del Muro de Berlín y, desde 1972, como himno de la Unión Europea. Es una obra obligada para todas las orquestas del mundo y ayer llegó, por primera vez, a las manos de los músicos de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado de México. En un día poco usual para una presentación orquestal en Toluca, el domingo a las 12:30 horas, la Sala Felipe Villanueva lució casi llena cuando comenzaron los primeros acordes de la Obertura de la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi. Después, el director de la OSJEM, Mario Rodríguez Taboada, explicó al público que interpretarían un "canto a la humanidad" y una de las obras más importantes de la literatura musical: la Novena, conocida también como Sinfonía Coral. Ante una obra de enorme duración, como esta, se necesitan grandes recursos para interpretarla y capacidad técnica que permita abordar las complejidades que llenan sus cuatro movimientos. La Novena se caracteriza por tener una textura que va desde el pianíssimo hasta el fortísimo, pasando por todas las intensidades intermedias. También es diversa en su estructura coral que abarca el recitativo o la doble fuga en la intervención de los solistas. Es un reto para todos los involucrados y, como los retos lo indican, se requieren varios esfuerzos antes de pasar la prueba. La OSJEM y los solistas del Coro de la OSEM se enfrentaron a la primera etapa. El resultado de esta presentación debe verse como una búsqueda para comprender la obra y poder abordarla con la seriedad que requiere la que es, tal vez, la obra clásica más conocida del mundo. Sin embargo el público aplaudió de pie, como la noche del estreno en la lejana Viena. Varios niños dejaron los juegos en la Alameda y fueron testigos de un primer acercamiento a la música clásica. Algunos rieron durante el concierto, había ruidos en la Sala, mucha gente y familias completas. Eso es lo que logra la música del genio alemán. **** «La Novena Sinfonía había llegado a ser el punto atractivo y místico hacía el que convergían todos mis pensamientos musicales. Despertó, en principio, mi curiosidad porque, según la opinión más extendida entre los músicos, y no únicamente los de Leipzig, Beethoven la había compuesto hallándose casi en un estado de locura. Estaba considerada como la insuperable cima del género fantástico e incomprensible. Ello bastaba para incitarme a estudiar apasionadamente a qué demoníaca inspiración se debía». Richard Wagner, compositor alemán.
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