Las razones del diablo
¿Día histórico? Por: Dionicio Munguía J.
Al conocer el triunfo de Barack Obama en Estados Unidos, recordé una de las novelas de Irving Wallace, El hombre, sobre la posible llegada de un hombre de color a la presidencia de aquella nación. No era muy posible esta situación en el momento en que Wallace la escribe, es más, el racismo de los norteamericanos estaba en pleno auge y su apartheid era más soterrado y oculto que el de Sudáfrica. Se había realizado una guerra civil entre los estados sureños esclavistas y los norteños antiesclavistas; se habían realizado manifestaciones sangrientas un poco antes de la aparición de este libro en 1964 y se hablaba de Martin Luther King y Malcom X, como representantes de la negritud, mismos que fueran asesinados en diferentes épocas pero, como dicen los analistas, por el mismo grupo de fanáticos reaccionarios (no se sabe si blancos o negros, porque la historia de Malcom X dice que fue asesinado durante un mitin en donde la gran mayoría de los asistentes eran negros). La realidad de aquellos años hacía imposible la llegada a la Casa Blanca de un hombre de raza negra, de un afroamericano. Hoy ya es más que factible, es una realidad.
Obama representa el cambio de personalidad dentro de la política norteamericana, pero seguramente será también el pretexto para una diversa literatura y ciertas especulaciones que van más allá de la pluma un tanto profética de Irving Wallace. Mientras no deseamos que los acontecimientos sigan la traza de la novela, esperamos que la imagen tan dañada de los Estados Unidos por un presidente que, según algunos, es uno de los más ignorantes que han pasado por el máximo poder estadounidense. Y no lo dudo. De aquí en adelante, como ya lo hiciera cierto renombrado cineasta, las burlas para el gobierno de Bush serán mayores, pero siempre no sólo se le recordará por lo que hizo, por las burradas que dijo, por la estupidez crónica que padece el señor, sino por el genocidio en que envolvió a los norteamericanos en pos de un nacionalismo absurdo y poco comprendido. Ahí están todavía los efectos de la guerra en Irak, la tremenda deuda interna que tienen los norteamericanos, esa falsa imagen del "american dream" que ahora se va desplomando de manera espectacular.
Si bien Wallace inventa un conflicto militar entre los rusos y los norteamericanos para ejemplificar las posibles consecuencias de un gobierno débil, además de dirigido por un negro, y de la inteligencia más o menos lógica que ayuda al protagonista a salir del hoyo, esperamos que la realidad no se invente un cataclismo peor del que sufrimos con este tipo de presidentes populistas, un tanto ignorantes (o un mucho ignorantes), que han subido al poder de manera oscura (en el caso de Bush) o mediante un lenguaje muy florido que, por obvias razones, atrajo a un electorado que buscaba el cambio y que no tuvo más opción que echar mano del botudo de Guanajuato. Dice Wallace, casi al final de la novela, que todos los países tienen el gobierno que se merecen. ¿Será el de Obama un gobierno que se merezca Estados Unidos o simplemente se convertirá en un presidente histórico, no por el número que es, sino por su raza? Eso, el tiempo lo dirá.