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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Las razones del diablo

 El menosprecio

Por: Dionicio Munguía J.

 

Los encuentros de escritores, por lo general, dejan resultados satisfactorios. En ocasiones se crean amistades, contactos literarios con revistas o publicaciones digitales y, lo más importante, se conocen y se dan a conocer escritores no tan jóvenes y jóvenes. Sin embargo, suceden cosas que no siempre son muy literarias, como el menosprecio. Es una actitud hasta cierto tipo normal el que, al no conocer a un autor, se le haga a un lado, o que éste, arrastrando el desconocimiento de los demás, se aísle y se quede en una esquina del lugar donde se efectúa el evento.

Pero no deja de lado el menosprecio que algunos, viejos lobos de mar en este tipo de encuentros, aprovechando que son más conocidos, impongan una especie de ley del hielo a los nuevos, o haga comentarios de muy mal gusto. No siempre se toman en cuenta, pero definitivamente no debería suceder. Es un acto ruin el menospreciar al compañero, dejarlo de lado en las "sesudas" pláticas sin pensar que, en algún momento de su carrera también fue principiante, desconocido, joven creador que se enfrentaba a la crítica de sus pares por primera vez. Eso es un acto incorrecto, poco ético. Eso por lo general implica intolerancia y ganas de no saber o no querer saber quién es tu compañero.

En Zamora, en estos días, hubo el Encuentro Internacional de Poesía, este año dedicado a García Robles. Buenos poetas, mejores poetas y no tan buenos poetas. Encuentro que, además de conocer a jóvenes poetas que se lanzan al ruedo con entusiasmo, a veces más entusiasmo que calidad, pero eso se vale, se acepta, se valora. Zamora ya lleva 11 años haciendo este encuentro. Un servidor ha asistido a dos, el tercero, dedicado al cura Atenógenes Segale y este reciente.

Las mesas se sucedieron y tuvieron resultados buenos, más o menos y excelentes. La gente de Toluca fue aceptada en su totalidad y se demostró que la obra habla más que la presencia física. Eso en menoscabo de quien expresó cosas no tan literarias. Este encuentro demostró que la gente, siempre y cuando tenga la suficiente humildad, puede ser aceptada. Las actitudes soberbias tuvieron resultados desastrosos. Si bien es cierto que los chamacos que andaban por ahí, en su mayoría, sólo fueron a hacer su tarea, también hubo quien se quedó a disfrutar de la lectura.

El menosprecio que tuvieron que soportar algunos compañeros desapareció después de su participación. Se les vio con otros ojos, se aceptó que no iban sólo de adorno. El callar la boca de quienes denostaban su presencia fue más que satisfactorio y representó una actitud madura frente a la inmadurez de los que menospreciaban. Esa fue la mejor enseñanza que se obtuvo en este encuentro, el primero para un buen número de participantes.

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