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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Columnas

Las razones del diablo

 

La soledad

Por: Dionicio Munguía J.

 

La imagen normal de la soledad es un estado de ánimo destructivo, pérdida de capacidad creativa y emocional, silencio  que rodea de manera absurda los símbolos universales y la realidad. Tenemos la imagen más vendida que se nos ha mostrado desde pequeños: el hombre o mujer que vive en soledad es un ser triste, casi destruido, absorbido por las taras de la sociedad y dejado de lado, sin otra opción que la de mirar la ventana y la calle con la tristeza reflejada en los ojos. Imagen que se ha repetido hasta el cansancio, programando la mente fértil de los niños para la búsqueda de la célula familiar, para evitar a toda costa el quedarse solos, el estar en esa situación anormal y poco productiva.

Durante años, la imagen preconcebida ha forjado relaciones poco sanas, imbuidas por la necesidad social de vivir en compañía, de ser un ciudadano que tiene a su alrededor la normalidad aparente de quien es siempre un ser humano acompañado, rodeado de satisfactores que cumplen su función de evitar la soledad a pesar de que los instintos sean contrarios. No podemos llegar a la soledad porque nos destruiríamos y eso, aunque no se quiera aceptar, es un error. El hombre, por naturaleza, es un ser solitario, y dentro de esa soledad debe existir la capacidad para crear, para enfocar ese estado natural hacia los elementos que forjan la sociedad.

Asumir la soledad significa aprender a vivir con ella, aceptar las consecuencias de su existencia, incluir los factores de tristeza y melancolía para llegar a un nivel de creación mayor que lo común. Los seres humanos, también por naturaleza, tenemos capacidades creativas, innatas, que aparecen en el momento que se necesitan. Los grandes inventos son producto de la soledad y de la necesidad de expresión. Y al aceptar la soledad como función normal del ser humano y no como acción destructiva, todo el entorno se transforma, ya no es la imagen destructiva la que impera sino la creatividad la que soluciona todos los problemas cotidianos. En la literatura, asumir la soledad es un paso adelante en la creación de la palabra, mientras más adaptados estemos a este sentido, mejor será nuestras letras.

La soledad se debe transformar en acción, en palabra. Ya no será un estado de ánimo paralizante sino uno en movimiento. No veremos el entorno triste sino la realidad más optimista. Los conceptos sociales de la soledad impiden que los creadores se adapten a los tiempos modernos. O a sus tiempos. De alguna forma, los más grandes creadores han estado siempre solos, a pesar de la familia que los rodea, a pesar de los amigos. Su trabajo es resultado de su soledad asumida, de aceptarla, de mimarla para lograr una creación efectiva.

Cuando el ser humano acepte esta condición natural, cuando vea que la soledad no es la imagen que nos ha vendido la sociedad, podrá llegar a la expresión más sublime y casi perfecta. Asumir la soledad no es aceptar la tristeza sino transformar ese sentimiento en creación, en símbolos que no necesariamente implican melancolía. Somos seres humanos solitarios, debemos asumirnos así, para que la literatura crezca y sea más comprensible para los seres humanos comunes, para quienes viven en la aparente felicidad de una compañía. Sí, es necesaria, pero no indispensable.

Mantarraya

Mantarraya

Jardiel Poncela, el filo de la daga

Por: Heber Quijano

El género de los aforismos es quizá el más difícil de la labor literaria. En él se concentra el ingenio, la sabiduría y el oficio, la talacha pues. Si bien es muy recurrido por los escritores y pensadores, filósofos sobre todo, son pocos quienes sobresalen por la certeza y agudeza con que se desenvuelven en este género tan difícil. E. M. Cioran, Nietzsche, Schopenhauer y Kafka se encuentran en la cima; Pessoa y Canetti, un escalón más abajo. En la lengua española Enrique Jardiel Poncela es uno de los más grandes humoristas que haya dado la lengua española, donde Jorge Ibargüengoitia tiene un lugar preponderante.

Sin duda, Máximas mínimas y otros aforismos de Poncela contiene frases memorables sobre diversos temas. Su postura acerca del amor hace cómica cualquier imagen romántica de él y, como satirizaba Jaime Sabines, sobre todos aquellos que creen en el amor "como una lámpara de inagotable aceite:

Muchos de ellos tienen un dejo de depresión existencial, y otro tanto de ambición sexual de soltero adinerado: "El amor es una comedia en un acto: el acto sexual", "Los amores con los que se pretende limpiar los espíritus suelen no servir más que para ensuciar las sábanas", "El amor es el puente que va desde el onanismo hasta el embarazo".

Poncela definitivamente es un viejo lobo de mar; sabe con certeza la razón que da la experiencia. Sabe lo que definir la experiencia en sí misma: "Se llama experiencia a la cadena de errores", "Al hombre le falta justamente la experiencia que le sobra a la mujer", "La experiencia es una enfermedad que no se contagia". Con esa enfermedad supurándole en cada neurona y con toda la insidia con que escribe un satirista, Poncela entiende que el aceite del que viven la princesa de larga cabellera y el príncipe azul se acaba o de plano no enciende: "En amor lo de menos son los insultos; lo grave es cuando empiezan los bostezos", "En amor, cada ser que hiere a otro no hace sino vengar una herida anterior recibida en su propio cuerpo", "En amor, lo más difícil es coincidir en los ´horarios´", "Los problemas del amor se resuelven casi siempre con la ´regla de tres´".

Sobre las orillas exquisitas que confluyen en el amor y a veces lo disuelven, Poncela clarifica, como debe hacer un buen escritor, los hilos de la marioneta: "Al amor le excita el desenfreno; a la lujuria le excita la pureza", "El amor vive sobre la tierra; la lujuria es subterránea", "El amor es un sentimiento; la lujuria es una ley", "La lujuria tiene con frecuencia toda la grandeza que con frecuencia le falta al amor", "Hay siempre más fidelidad entre los seres unidos por la lujuria que entre los seres unidos por el amor".

Sobre el amor hay y habrá, por los siglos los siglos, mucho que decirse y que pensarse. Es el tema que más vueltas ha dado sobre nuestras cabezas, y el detonador más explosivo, porque "en la vida, veinte años pasan a veces sin dejarnos huellas, y quince días nos lo desmoronan todo por fuera y por dentro". Enrique Jardiel Poncela tiene razón, y logra decir con poco, lo que a veces no se logra entender, por muchas cicatrices que se sufran.

Escaramuza

Escaramuza

 

¿Arte y Política?

 

Por: Polo Castellanos

No cabe duda que la relación entre el arte y la política es extremadamente estrecha, desde los romanos e incluso desde los chinos, 700 años antes de la era cristiana, el arte se ha utilizado como propaganda política. Por supuesto, se hace de manera más evidente y palpable en el siglo XX con el desarrollo de los medios masivos de comunicación.

La historia, en la versión eurocentrista y occidental como siempre, indica que la primera señal de la relación entre el arte y la política tiene origen dos años antes de la Revolución Francesa de 1789, cuando el artista plástico Jacques-Luis David pintó en la obra El juramento de los Horacios, lo que se avecinaba sobre Francia y la búsqueda de los ideales que definieron aquella revolución: Libertad, igualdad y fraternidad. Con esta obra, según los historiadores, de alguna manera se consigue que el arte dejara de ser el instrumento con el que la Iglesia y las cortes regaban toda su parafernalia ideológica para convertirse en una herramienta al servicio del pueblo y los ideales revolucionarios.

El hombre es un ser político, social. Ésa es su condición natural independientemente del  concepto, definición o lo que actualmente entendemos por política y que inevitablemente asociamos a partidos políticos y toda la basura que los acompaña y los dirige. Pero el hecho es que el artista también es un ser político, trabaja y crea inmerso en dinámicas sociales y políticas determinadas por su momento histórico. Y de manera consciente o inconsciente manifiesta esa condición política a través del arte, mismo que puede o no, ser utilizado con fines políticos concretos, ya sea como propaganda, como ideología o instrumento al servicio de tal o cual régimen político totalitario, demócrata o utópico.

Una de las armas más peligrosas de control individual y de masas es la imagen. Ésta libera, construye, propone y crea, pero, también puede matar, si no sistemáticamente si en vida que es peor, dependiendo de las manos que la utilicen. De ejemplos esta plagada toda la historia, pero los más evidentes y donde los artistas participan de manera directa con su historia son entre otros, el arte del nazifascismo que fue una prioridad para Hitler en la Alemania de la Segunda Guerra, por ejemplo. De igual manera, el Realismo Socialista al triunfo de la Revolución de Octubre  en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el bloque socialista. O simple y llanamente el Expresionismo Abstracto Norteamericano, instrumento de la CIA para reafirmar los ideales "libertarios" del sueño americano en la posguerra de los años 50s y la guerra fría. Incluso, cuestiones tan evidentes como el arte al servicio de la guerra a través del cartel y del cine funcionan como la propaganda oficial para justificar genocidios como el de Vietnam y hoy día Irak.

Los artistas no sólo se han manifestado en contra de la sinrazón, la ignominia y la estupidez de quienes todavía creen que los creadores son unos ignorantes bohemios, sino que además se han comprometido activamente con las luchas de sus pueblos, como el ejemplo mexicano del muralista David A. Siqueiros, combatiente de la Revolución Mexicana y hasta hecho coronel en la Guerra Civil Española. O por hacer mención de las letras, el periodista norteamericano John Reed, autor de "Los diez días que conmovieron al mundo" y en México a lado del general Pancho Villa "México insurgente", entre muchos otros escritos que puso al servicio de las causas sociales y políticas, enterrado en la Plaza Roja de Moscú, combatió al lado del Ejército Rojo.

No todos los artistas han  sido combatientes, su obra por sí sola tiene la fuerza sísmica de mil bombardeos como el "Guernica" de Pablo Picasso o los "Caprichos" de Goya, obras que no solamente están concebidas en su dimensión humana sino política, por demás, revolucionarias en su definición artística y su extraordinaria concepción estética.

México se pinta solo. Artistas del muralismo y el grabado como Orozco, Rivera, Zalce, Siqueiros, Posada, Leopoldo Méndez y muchos más. No sólo trabajaron para su pueblo como grandes mexicanos sino que pusieron su arte, su creatividad y su compromiso al servicio de la Patria y las luchas justas de los mexicanos.

Hoy, muchos artistas no sabemos si es un acierto o un  error que la ignorancia tanto de la clase política, como de las cortes del poder y la burguesía seudo intelectual mexicana, tengan relegado al arte y los artistas mexicanos como una garambaina folklórica recurrente a la hora de hacer campañas políticas, de pararse el cuello ante sus superiores, de darse "caché" en las galerías y cafés de artistas e intelectuales rotitos y revolucionarios de "lobby" al servicio del estado; o de saludar al pueblo, con las manos manchadas de sangre, para decir que apoyan a la cultura y los artistas. Lo que sí sabemos es que mientras los ideales de justicia, libertad, salud, techo, educación, cultura, autodeterminación, soberanía y patria, muchos de ellos derechos universales, sigan pendientes en este país. Los artistas continuaremos trabajando y poniendo nuestra obra al servicio de la gente y sus legítimas luchas. Y si todavía se piensa que el arte y la política no tienen nada que ver, sólo siga viendo la televisión, fiel e indiscutible instrumento del Estado para seguirnos manipulando a través del arte y las imágenes.

Silencios Estereofónicos

Silencios Estereofónicos

 

Los literatos Carlos Montemayor y Saúl Ibargoyen ofrecerán conferencias magistrales dentro del Festival Internacional Quimera

Por: Félix Morriña

Como parte de las actividades académicas del décimo octavo Festival Internacional de Arte y Cultura Quimera, el escritor chihuahuense Carlos Montemayor ofrecerá una conferencia magistral el próximo lunes 27 de octubre en la Casa de Cultura de Metepec a partir de las 18 horas.

El literato, miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, lo mismo hablará sobre "Quetzalcóatl y la renovación de la vida cósmica", como de otros temas de investigación sobre la situación que guardan los indígenas de México.

El escritor, poeta, tenor y promotor de las letras indígenas es autor de "Guerra en el paraíso" y "Las llaves de Urgell", que le valió el premio Xavier Villaurrutia, entre otras obras destacadas. Carlos Montemayor ha participado en los seminarios sobre radios y comunicaciones indígenas que se celebraron en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se dieron a conocer los avances en la materia.

En el seminario realizado hace poco menos de un año, Carlos Montemayor señaló que los medios de comunicación que utilizan los indígenas "se definen principalmente por el concepto de la naturaleza como un ser vivo al que servir, y no al que dominar, así como una idea colectiva del desarrollo, en lugar de la trascendencia individual propia de Occidente".

Carlos Montemayor cuenta con una reconocida obra narrativa, poética y ensayística. Es miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Ha recibido reconocimientos en América Latina, Estados Unidos y Europa. Es destacada su labor en la investigación y promoción de la tradición oral de las comunidades indígenas del país. También es un reconocido traductor. Montemayor colabora con el periódico "La Jornada" y la revista "Proceso".

De la amplia bibliografía del escritor chihuahuense, destacan los libros "Mal de piedra", "Finisterra", "Historia de un poema", "La imaginaria ventana abierta" y "Guerra en el paraíso". Fue maestro de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) durante muchos años y fundó y dirigió la Casa del Tiempo. Asimismo fue primer director de la Dirección de Difusión Cultural.

Por su parte, el escritor uruguayo Saúl Ibargoyen hará una lectura y análisis de su obra "Sangre en el sur: El fascismo es uno solo" en el Bar 2 de Abril el próximo miércoles 29 a partir de las 18 horas.

Saúl Ibargoyen nació en Montevideo, Uruguay, el 26 de marzo de 1930. Radicado en México desde hace muchos años, le fue concedida la nacionalidad mexicana en septiembre del 2001. Poeta, novelista, cuentista, traductor, periodista cultural, editor y coordinador de talleres de poesía.

En Uruguay fue empleado bancario, profesor de literatura hispanoamericana en secundarias y preparatorias, responsable de páginas culturales, coeditor de la revista y editorial "Aquí Poesía" y de la revista "Programa". Fue presidente de la Asociación de Escritores del Uruguay por dos periodos (1986 a 1989). En México, fue jefe de redacción y subdirector de la revista "Plural" (segunda época), entre 1977 y 1994, año éste en que dejó de publicarse.

Trabajó además con el maestro Edmundo Valadez en la sección cultural del periódico "Excélsior". Cofundador y miembro del consejo editorial de la revista "Archipiélago"; coordinador editorial de "El entrevero", publicación bimestral destinada a promover vínculos culturales entre México, Uruguay y Sudamérica, y editor, con Sergio Mondragón, Luis Arturo Ramos y Fernando García Núñez, de la "Revista de Literatura Mexicana Contemporánea", que se publica desde 1995 por acuerdo entre Ediciones Eón y la Universidad de Texas.

Como podrá darse cuenta querido lector, no ‘puede dejar escapar la oportunidad de escuchar a estos dos grandes literatos, que son parte de la programación académica del Festival Internacional de Arte y Cultura Quimera 2008, el cual concluye el próximo 1 de noviembre. Consulte la programación y acérquese a los conciertos gratuitos. Estoy a sus órdenes en el siguiente correo:

 

fmorrina@yahoo.com.mx

Silencios Estereofónicos

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La leyenda del latin jazz Poncho Sánchez hizo vibrar a la audiencia de Metepec

Por: Félix Morriña

La Poncho Sánchez Latin Jazz Band, es considerada una de las agrupaciones más populares e influyentes del mundo dentro del jazz latino, gracias a una trayectoria de casi tres décadas. Su participación dentro de la edición décimo octava del Festival de Arte y Cultura Quimera 2008 es considerada un honor, toda vez que pocas veces se tiene la oportunidad de presenciar un concierto gratuito de una leyenda de este tamaño.

Así lo constataron los poco más de cuatro mil asistentes que se dieron cita en la escalinata del Calvario de Metepec la noche del pasado domingo 19 de octubre. La audiencia no paró de bailar los sones, salsas, boleros, cha cha chás, mambos, rumbas, guarachas y demás ritmos afrocaribeños que salían de los altavoces colocados estratégicamente en el escenario.

El frío no fue motivo para que la población metepequense asistiera para escuchar por vez primera dentro del festival cultural municipal más importante del país a Poncho Sánchez. Y no es una exageración, porque el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) calificó recientemente al Festival Internacional de Arte y Cultura Quimera como el más importante en materia de promoción cultural a nivel municipal.

Poncho Sánchez y compañía hicieron vibrar por espacio de hora y media, más los 15 minutos de encore, a la gente que lo mismo rendía pleitesía al compositor de discos nodales dentro del latin jazz, que a sus músicos de origen mexicano, portoriqueño y estadounidense.

Heredero del talento de maestros como Tito Puente, Cal Tjader, Clare Fischer y el genial Machito, Poncho Sánchez supo persuadir y complacer al público del Quimera, interpretando una cuidadosa selección de su repertorio que suman más de 30 discos en plan solista y como invitado especial de los mismísimos Tower Of Power, Hugh Masakela y Mongo Santamaria.

Poncho Sánchez inició la velada dominguera con ‘Yumbambé’ incluida en su disco "A Night At Kimball’s East" y en el álbum "El Conguero". Este es un tema símbolo en la carrera del conguero más importante de las recientes tres décadas en el mundo y no dejó escapar la oportunidad de interpretarlo como señal de una festiva y solemne actuación.

Del disco "Afro-Cuban Fantasy" y "Latin Soul" tocó el tema compuesto por David Torres, su director de orquesta y pianista ‘Ven pa´bailar’, mientras la gente asistente conocedora de la obra de Poncho Sánchez le pedía a gritos ‘Mama Guela’ de su disco "Chile con Soul" y "Latin Soul", pero el músico nacido en Estados Unidos no escuchó tal petición, por lo que se dio a la tarea de seguir con un set list entre improvisado y cuidadosamente detallado para concretar una presentación exitosa.

Cuando tocó ‘Co Co My My’, incluido en el disco "¡Fuerte!", el público se dio a la tarea de festejarle cualquier cosa que hiciera, desde el jam session (improvisaciones grupales e individuales) hasta los temas que no ejecutó, porque a un grande como Poncho Sánchez no se le pueden solicitar canciones como si fuese una rocola. A un músico de este calibre hay que dejarlo tocar para que la fiesta nunca termine.

El público que se perdió este encuentro festivo musical pocas veces tendrá la oportunidad de presenciar un concierto de esta magnitud a unos pasos de su hogar y sobre todo gratuito. Para que usted no se pierda más de los artistas programados en esta edición del Festival Quimera, le recomendamos ampliamente consultar la programación en la siguiente página:

 

www.metepec.gob.mx o bien adquiera los programas de mano en las oficinas del ayuntamiento.

Las razones del diablo

Las razones del diablo

Lo futil y la vanidad

Por: Dionicio Munguía J.

La muerte de Richard Blackwell, el creador de la lista de los peores vestidos del jet set dejó consternado a una determinada capa social del mundo. Aunque, como dicen los que estuvieron en esa lista, no era muy agradable aparecer ahí, siempre se extrañará la decisión de incluir a personalidades de la farándula y declararlos como personas que no saben combinar su ropa, o los accesorios o los colgajos que se agregan a la imagen pública que representan. Algo futil, innecesario, ese juego de la vanidad que nos quita el sueño a muchos y nos desvela cada vez que leemos las noticias en el periódico. Es extraño, pero yo también tendré una parte de la melancolía que cubre las calles de Hollywood, y estaré un tanto triste porque, ya lo sé, nunca estaré en esa lista.

Ahora tendré que vivir con la certeza de que mi vestido, mi mejor ropa, no será calificada por Blackwell, ni mi nombre aparecerá en primer lugar, ni seré el hazmerreír de todos, porque la vanidad que no poseo será la única afectada por esta razón. Ahí donde entre la hoguera de vanidades, el sentido que la industria del cine, más la industria del chisme, tan de moda desde el principio y que nunca ha dejado de existir, aunque algunos no le veamos el menor chiste. Eso que se transforma en futil, en vanidad, en superficial, pero que llena la existencia de algunos, o de muchos que viven la nostalgia, al menos en México, por la aristocracia.

Es cierto que hemos trasladado esa aristocracia a los actores. Los hemos convertido en héroes, en villanos de nuestra imaginación, modelos a seguir (aunque los modelos tengan defectos tan humanos, tan simples). La nostalgia por lo insutil, por lo superficial, es tan grande que la televisión abierta, y la de cable también, dedican las mejores horas de la tarde a transmitir esos programas peleoneros, por instantes ridículos, donde nos enteramos hasta lo que van a tirar al baño, sin necesidad real de saberlo. Y son divertidos, eso que no quepa duda, pero a la larga, con mejores cosas en que pensar, terminan en segundo plano (pero no para todos).

La realidad de nuestra sociedad acepta este tipo de expresiones humanas. Es parte de la naturaleza, de la idiosincracia, de la necesidad que tiene el hombre por héroes, aunque sean de cartón, o de plástico, o de cristal. Freud establecía que los hombres, todos los hombres, siempre son héroes en los sueños, pero la sociedad ha ido trasladando esos sueños a la vida real, los hace de carne y hueso, los viste de irrealidad, los eleva al séptimo nivel del cielo y después los destruye, los avienta al piso y los olvida.

El mundo del espectáculo está lleno de historias semejantes. Grandes actores, excelentes actrices, con vidas destruidas por el alcoholismo que, casi siempre, es provocado por una crítica excesiva; una mente no muy equilibrada que no aceptó el instante cruel y no logró superar la crisis en que se hundió. Y quedaron entonces en la soledad, fuera de los reflectores, flashes, ruedas de prensa y paparazis insistentes, persecutores, indagadores de una intimidad a la que no fueron invitados, no al menos de manera abierta.

Lo futil y la vanidad campean en este momento por la televisión, y aunque muchos dirán que siempre ah sido así (y posiblemente así lo sea), es necesario reflexionar un poco sobre si de verdad necesitamos a esos héroes. Por lo pronto, sacaré mis peores garras y me iré a la fiesta del año, con la certeza de que nunca estaré en la lista de los peores vestidos del mundo.

Mantarraya

 

Enrique Villada, luminoso

 

Por: Heber Quijano

 

Con el deslumbrante "El tigre" que acecha y que se cierne rítmicamente, en un vaivén de lechuza nocturna sobre su presa, vemos la cúspide del Estuario luminoso, de aquel Enrique Villada de hace 24 años. En contraste con Ensayo de mi dulce gozo (largo ensayo acerca del placer de la lectura) y Abecedario, que a mi parecer no son dignos de comentario alguno (al menos en esta ocasión), en Estuario luminoso se despliega la frescura y la creatividad verbal del mejor Enrique Villada. Y "El tigre" es el más vivo tizón encendido: "fosforece en la noche como el rayo/ la reverberación de su mirada/ viene de legiones extensas/ como el silencio/ o la memoria/ de inmemoriales sombras". Su relación con "El Tigre" de Wiliam Blake es ineludible: "Tiger

 

, tiger, burning bright/ in the forests of the night".

Sobre todo cuando su zarpa se cierne sobre el reflejo de la imagen (poética y visual), cercana al acecho onírico de la pesadilla: "encuentro al tigre hasta en el sueño/ sangra en la cerviz el ciervo del agua".

Estuario luminoso

es un libro que se regodea con los juegos verbales fonéticos, muy al estilo de algunos nocturnos de Xavier Villaurrutia, pero sin la carga simbólica del Contemporáneo: "pendían ciertos frutos de una rama/ témpanos eran diminutas fuentes/ témpanos eran de minutos lentos"; "una onza gravita en la balanza/ y leo pardos felinos en líneas generales". Los sonidos se instalan en el balbuceo de una poesía que pretende decir la armonía melódica, rítmica y, a la vez, intenta descubrir el mundo. Con un toque melancólico y temerario escudriña los recuerdos infantiles de la campo mexiquense en su poema La casa, en el que se yerguen las estructuras de la idiosincrasia mexicana mediante las actitudes y las sombras que proyectan los abuelos y su hogar: "a veces en la casa/ suena un olor amargo a trementina/ suena la rueca de la abuela/ y su madeja de fantasmas", "¡qué iba yo a ser si me gustaba aspirar la espiral de tu cigarro!". El paisaje infantil es el semblante del adulto.

En "El silencio" se despliega un "difícil pliego de plegarias/ el escarceo de palabras" para cuestionarse y aseverar que "el silencio creció siglos aztecas", una interrogación referente al destino de la civilización de la que nacimos. Cercano a algunos poemas de Peleas de Félix Suárez, quien también forma parte de su generación, Villada, erizado como gato, habla de un erotismo ya húmedo y oscilante en "Llueve", que: "a la marisma llega/ trébol acrisolado/ llaga axilar tu sexo/ en la yerba de tu vello/ púbico laberinto/ nimbo pubis de nube/ tu amanecer lluvioso". Estuario luminoso, compacto pero intenso, valdría la pena que se reeditara, para no buscar en la arqueología de las librerías de viejo.

Enrique Villada (1985), Estuario luminoso, Toluca, Ayuntamiento de Toluca 

 

 

heberquijano@yahoo.com.mx

Silencios Estereofónicos

Silencios Estereofónicos

 

Histórico y memorable concierto de Andrés Calamaro en el Auditorio Nacional

Por: Félix Morriña

Para cuando ustedes seguidores y conocedores de la obra musical del cantautor argentino Andrés Calamaro estén leyendo esta columna, seguro ya hicieron lo propio con los demás medios impresos y electrónicos sobre el conciertazo que ofreció en el Auditorio Nacional este pilar de la música del rock en la lengua de Cervantes. ¿Qué más puedo decirles que no hayan ya consultado, leído e incluso reseñado mentalmente por ustedes mismos? Bueno, más allá de mi compromiso periodístico con los lectores de este espacio, debo confesar mi beneplácito por reseñarles a todos los que no pudieron estar presentes la histórica noche del lunes 13 de octubre en el recinto de Reforma y Campo Marte de la capital del país.

¿Por qué histórico el concierto de Andrés Calamaro? Porque tuvimos que esperar casi tres décadas para verlo por vez primera en concierto en México. Como muchos saben, Andrés Calamaro tiene más de cinco lustros de experimentada, atropellada (por los excesos con la cocaína y el alcohol), exitosa, pero sobre todo concluyente e incluyente carrera artística, por lo que es considerado, al lado de Luis Alberto Espinetta, Pedro Aznar, Mercedes Sosa y Charly García, entre otros iconos culturales del Cono Sur, una de las más importantes figuras de la música contemporánea en habla hispana.

También histórico porque el autor de ‘El salmón’, ‘Estadio Azteca’, ‘Tuyo siempre’, ‘Te quiero igual’, ‘Alta suciedad’, ‘Sin documentos’, ‘Paloma’, ‘Me arde’ y ‘Flaca’, entre otras canciones que fueron interpretadas en poco más de dos horas esa noche de luna llena, se entregó íntegramente, canción a cancón, a un ansioso y eufórico público que abarrotó uno de los mejores lugares para conciertos de América Latina. Sin exagerar, pocas veces he tenido la oportunidad de ver una entrega como la de Calamaro en estas dos décadas de servicio periodístico.

Es más, cuando estuve en el Festival Cosquín Rock en Córdoba, Argentina, en el año 2002, donde estuvo como invitado especial Calamaro (sin actuar, porque no estaba programado), pensé que no iba a ver una entrega igual como la que ofrecieron de manera independiente Pappo Blues, Bersuit Vergarabat, Fito Páez, Charly García y demás agrupaciones representativas del rock argentino, pero me equivoqué, porque el debut escénico de Calamaro con los mexicanos dejó atrás esa premisa y qué bueno, porque siempre este interlocutor como el público exigente desea ser sorprendido una y otra vez por las grandes figuras.

Las 10 mil personas que estábamos presentes en el Auditorio Nacional quedamos afónicos y exhaustos porque no dejamos de cantar, brincar, hacer olas, corear, gambetear, bailar tangos rockeros, además de ser parte de la mejor hinchada pambolera existente en ese recinto-estadio para ver a un equipo de músico jugadores rockeros campeones del mundo. Sí, en eso se convirtió el concierto de Andrés Calamaro y compañía, en un encuentro festivo masivo musical con tintes tangueros, rockeros y pamboleros.

¿Que quién ganó en este encuentro? Todos. Andrés, sintiéndose Cristóbal Colón, un día después de celebrar el Encuentro de Dos Mundos (o el Día de la Raza, como ustedes deseen), besó suelo mexicano en el entarimado del Auditorio Nacional, como una manera de agradecer a México la espera, por conocer su música sin la necesidad de promoción personal, porque como sabrán, ni él mismo sabía de su fama en Tierra Azteca e incluso declaró en las entrevistas que tenía miedo de subir a ese escenario donde han actuado infinidad de artistas de su nivel. Hasta bromeó con meterse una rayas de más de ese polvo que por poco le deja sin cerebro años atrás, para no caerse de la emoción.

¿Coincidencias? Podría ser, pero sabiendo de la pesada maquinaria que hay detrás de un artista como Calamaro, pocas cosas se dejan a la improvisación. El hecho de que haya besado el piso del entarimado tiene que ver con otras cosas, además de lo anteriormente dicho. Primero, Andrés Calamaro decidió hacer su carrera artística en España, después de que en Argentina ya era una figura con la agrupación Los Abuelos de la Nada. Entonces, coincidir con la fecha del Día de la Raza fue una buena acción de su parte. Segundo, tanto él como el público se merecían un concierto con lo mejor de su trayectoria musical, lográndolo cabalmente, aunque debo señalar que algunas piezas sonaron demasiado rockeras cuando debieron ser ejecutadas más con el teclado para escucharse como originalmente están grabadas en los discos. Finalmente, eso importa poco.

Calamaro trae consigo a músicos contundentemente rockeros, al grado de traer consigo una playera con imágenes de leyendas del género bien justificadas, como Hendrix en el caso del seis cuerdas Julián; Velvet Underground, en el caso del baterista José "El Niño" Bruno (por cierto integrante de la banda ibérica punk Def Con Dos) y la playera del Festival Rockola por parte del bajista Candy Caramelo, quien ha actuado al lado del mítico Miguel Ríos. El resto de los músicos que le acompañan son el tecladista Tito Dávila, fundador de Los Enanitos Verdes, y los guitarristas Diego García y Genaro Caramelo.

Cómo no iba a sonar rockero si trae tres guitarristas, un bajista, un bataco y un tecladista. Seis músicos de gran nivel, algunos de ellos ya habían estado en México y seguro le recomendaron un set conformado por 26 temas, tanto viejos como nuevos (del disco del 2007 "Lengua popular", de los que interpretó ‘Los chicos’, ‘Mi gin tonic’, ‘Carnaval de Brasil’ y ‘5 minutos más-mini bar’), estructurados para concierto masivo. Por cierto, las pantallas utilizadas (dos al costado, más un panel al fondo del escenario) daban esa impresión, aunado a un cuidadoso sistema de iluminación. El audio por momentos no satisfacía a este interlocutor, pero fue superado conforme pasaban los minutos.

Como era de esperarse, Calamaro utilizó una playera con la imagen del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata y su ¡Viva México, cabrones! Un cliché muy manoseado, pero también muy aceptable para alguien que no había estado en México en concierto. Entre los presentes estaban sus parientes de segundo grado, el pianista y compositor Guillermo Briseño y la cantante Hebe Rosell, a quienes mandó saludos. Otra de las cosas que se esperaban hiciera el fundador de Los Rodríguez fueron los discretísimos homenajes a sus grandes influencias entre rola y rola, como fue a Elvis Presley, Bob Marley y Lou Reed. En la canción ‘Mujer mundial’, Calamaro nos recordó a Benny Moré con esa musicalidad caribeña y por la parte rockera a Gary Moore, al grado de que podemos decir que en esa pieza en especial estábamos escuchando a Gary Moré y Benny Moore.

En ‘Te quiero igual’ terminó fusionándola con ‘No Woman No Cry’ de Bob Marley. Una maravilla. Para algunos de los presentes, Andrés Calamaro puede ser el peor de los cantantes de tango y boleros (así lo llegaron a comentar), pero su estilo convence a miles y cientos de miles en el mundo conocen a estos dos grandes géneros musicales, gracias al argentino-español.

¿Se me escapó algo, mi exigente lector? Estoy a tus órdenes en el siguiente correo electrónico:

 

fmorrina@yahoo.com.mx.