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IMPULSO Estado de México || Sección Cultural

Columnas

Las razones del diablo

Las razones del diablo

 

Premio Nobel 2008

Por: Dionicio Munguía J.

 

Por más que intento recordar algún libro que haya leído de Jean-Marie Gustave Le Clézio, encuentro un vacío alarmante. Y no es la primera vez que me sucede. En varias ocasiones me he visto ante la necesidad de investigar quién es el ganador del Nobel, qué obras ha escrito, dónde demonios puedo encontrar textos o libros nada caros, porque siempre sucede lo mismo, cada vez que el nombre es dado a los medios, casi de manera inmediata se eleva el costo de los libros (si es que existen traducidos al español y en las librerías del país). Algunas veces he tenido que repasar los libreros de las bibliotecas cercanas, ya sean públicas, privadas o de amigos que no saben exactamente qué es lo que tienen en sus libreros.

Pero fuera del fragmento de cuento publicado en Milenio, que por cierto no es nada malo, a Le Clézio definitivamente no lo conozco, y eso que argumenta una estancia de más de doce años en nuestro país, viviendo en la ciudad de México, vagando por diferentes sitios tanto en Yucatán como Chiapas, Tabasco y zonas no tan conocidas pero interesantes para el autor francés. Y es posible que la realidad que vivió Le Clézio en México sea tan diferente en estos momentos, que su recuerdo más inmediato haya cambiado de ambiente y sea tan solo un espejismo, como muchos otros recuerdos que tiene la literatura universal.

Y los Premios Nobel, que no han sido entregados en siete ocasiones, tienen una historia que contar. La más reciente es el espía que, al parecer, ha hecho de las suyas en los últimos años, proporcionando el nombre de laureado días antes que la información llegue a los medios de comunicación. Ese secreto que tanto ha defendido la Academia Sueca ahora está en problemas de credibilidad. Aunque la Academia ha tenido estos problemas desde hace mucho tiempo, cuando se comentado que los premios, algunos más que otros, obedecen a razones políticas y no necesariamente literarias. Eso ha empañado la carrera de Toni Morrison, una de las pocas escritoras de color que han sido premio Nobel, además de norteamericana.

O el premio nunca dado, aunque todo el mundo pensará que el nombre sería el lógico y la presencia de Pinochet junto a la imagen de Borges impidió, políticamente hablando, otorgarle la distinción al escritor argentino, como también le sucedió a Cortázar. O el otorgado a Nadime Gordimer, sudafricana defensora de Mandela, quien acaba de salir de la cárcel después de más de veinte años de prisión. O la aparición de Naguib Mahfouz y la necesidad de aplacar, dicen, el medio Oriente sumergido en un fuego atroz.

La realidad de los cinco latinoamericanos que han recibido el premio Nobel es diferente. Épocas en donde las expectativas se diferenciaban con la calidad de los autores, tal vez más reconocidos a nivel mundial que los recientes galardonados del Nobel, a excepción de Harold Printer, Doris Lessing, Gunther Grass, José Saramago y Darío Fo. Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Gabriela Mistral tenían o eran más conocidos fuera de sus países y en sus países, aunque su obra, por momentos, era impenetrable para los lectores.

A Le Clézio lo conoceremos de manera más amplia en este año de Nobel, hasta el próximo, cuando, con espía o sin él, la Academia Sueca dé nuevamente el nombre de Premio Nobel de Literatura. ¿Y por fin será el año de Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa o Mario Benedetti? El año que entra lo sabremos.

Mantarraya

Mantarraya

Huxley y la psicodelia 

Por: Heber Quijano 

Envuelto en el halo hippie de hace cuarenta años, me encontré un inteligente ensayo de Aldous Huxley, en El camino al infierno, editado en 1971, respecto al consumo de sustancias psicotrópicas, desde su formación tan inglesa. Es popular la fascinación que provocaron dichas sustancias en los artistas de la posguerra. Desde la peregrinación de los beatnik, encabezados por Allen Ginsberg y con la impulsividad de William Burroughs como punta de lanza y cuya gran influencia haría de Jim Morrison un devoto más, hasta la convivencia intrínseca de Antonin Artaud con los tarahumaras, sin olvidar las míticas Enseñanzas de Don Juan de Carlos Castaneda. Con el descubrimiento de Albert Hofmann, quien experimentaba con alcaloides del tizón (hongo pequeño) del centeno para crear un estimulante circulatorio y respiratorio, de la Dietilamida de Ácido Lisérgico (LSD), reverenciada por Timothy Leary; y con la mezcalina del peyote, dicha generación abrió las puertas de la percepción para colorear el sufrimiento de la posguerra y alumbrar al mundo con la utópica consigna: Amor y Paz.

La gran depresión espiritual, provocada por los valores de la sociedad industrial y los estragos de la guerra, incitó a estos espíritus tan asfixiados por los rascacielos a fugarse hacia la espiritualidad tribal y chamánica de las etnias, de la misma forma como Mattise y Gauguin recuperaron la plasticidad del color en el arte popular africano y caribeño. Huxley pretende darle una justificación psicosocial, en su muy británico estilo: "Especulé en términos de ficción sobre las formas en que una sustancia afín a la psilocibina pudiera utilizarse para dar potencial a la educación no verbal de los adolescentes y para recordarle a los adultos que el mundo verdadero es muy diferente al mundo tergiversado que han creado para sí mismos por medio de sus prejuicios condicionados por la cultura"

Para Huxley, "la mente colectiva del hombre tiene un alto grado de viscosidad y fluye de una posición a otra con la determinación involuntaria de una marea de lodo [por eso quiere encontrar en los psicotrópicos] mejores solventes para licuar el lodo pegajoso de un estado mental anacrónico", debido a que " a través del uso de sicodélicos que no sean dañinos [se podría impartir] un curso de conversión de experiencias o éxtasis químicamente manipulados; creo que esto proporcionará todas las fuentes de energía mental, todos los solventes contra el lodo de los conceptos, que necesita un individuo". Sin duda, Huxley sabía perfectamente del poder que ciertas sustancias tienen, pero quería demandar su uso en el sentido más espiritual posible, en el sentido contrario en el que las usan ahora nuestra generación: como sedante. Pero no el sedante para enfermos terminales (como el caso de la morfina, la mariguana y el propio LSD), sino para desmentir este patético ciclo que nos toca vivir, y que además se está adueñando de nuestra putrefacta sociedad con su apéndice más sintomático: el narcotráfico. 

heberquijano@yahoo.com.mx

La ventana indiscreta

La ventana indiscreta

Krzysztof Kieślowski: El Decálogo

 

 

Por: Eridania González Treviño

 "No tomarás el nombre de Dios en falso"

En esta ocasión una oración de mandato será la que rija el comentario referente a la segunda película que conforma El Decálogo de Krzysztof Kieślowski: “No tomarás el nombre de Dios en vano", enunciado que resulta de otros dos establecidos en el Éxodo: "No tomarás en falso el nombre del Señor porque el Señor no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso". Éste, uno de los fragmentos más imperativo del Decálogo, muestra nuevamente el encuentro frontal entre la ciencia y la fe  en el discurso kieslowskiano.

En los mismos escenarios, con la misma sencillez cinematográfica, en la mínima cálida primavera de Polonia o quizás en su inicial otoño, Kieślowski coloca ante nuestros ojos la incidental muerte de una liebre. Sí, una vez más el conflicto filosófico entre la vida y la muerte y las limitaciones del hombre inmerso en el inmenso mundo de las casualidades.

La incertidumbre en la certeza temporal de la muerte es el motivo del argumento y, por supuesto, de las visiones antagonistas que al estar extraviadas buscan encontrarse en la certeza del otro. Ahora no son las matemáticas, aquí es el turno de la medicina.

Kieślowski la somete a los cuestionamientos más radicales y de oposición en los que se debate el hombre.

Un médico, al igual que el matemático, se apega estrictamente a lo comprobable, a lo que la razón pude ofrecerle materializada en hechos y verdades; sin embargo, por tratarse de un ciencia "menos dura" a causa de su relación directa del hombre con el hombre y éste como ser complejo y difícilmente interpretado, la medicina se bifurca y se convierte así en una ciencia oscura y extremadamente limitada.

La medicina se debilita ante los hechos menos inexplicables, que se salen de las páginas del libro para dejar de formar las filas de las estadísticas, aunque al final la muerte triunfe ante cualquier alegato científico o religioso. Tres personajes interpretan hechos universales. El médico anciano, que sus años lo envisten de sabiduría y experiencia, de conocimiento científico y empírico, de prueba y error, representa en el mundo terrenal al Dios palpable de los hombres, al que suplicamos asustados que nos salve la vida, que mitigue nuestro dolor, que nos ofrezca paz. Pequeños temerosos esperamos una solución completa ante el gigante de la manta reluciente y blanca, que con el suave y estratégico palmeo de sus manos como mágica omnipotencia alivia temporalmente el tormento y adivina nuestro mal.

Por otro lado, una mujer es el personaje más complejo, porque representa al ser humano que duda, que peca y exige certezas. Representa al antagonista del médico o de Dios, a quien pide la respuesta de una pregunta engañosa que jamás encuentra explicación. Exige a un hombre con sabiduría tan limitada como la suya, y que se disfraza absoluta, jure en nombre de alguien a quien no puede ver. El juramento, digamos, es la palabra que necesitamos escuchar cuando lo incierto reina en nuestro entorno.

Este juramento implica la seguridad de las cosas. Se jura con la verdad de los sucesos, pero éstos, caprichosos y celosos de su autonomía autoritaria, deciden, en ocasiones, cambiar su propio curso. Así, el tercer personaje, el enfermo terminal, podría levantarse de su lecho de muerte y sin explicación alguna seguir el curso de su vida, aunque en el camino no entienda por qué el mundo se desintegró por un momento como si alguien lo hubiera ocasionado en su perjuicio. Y vivirá a pesar de que su vida sea un "milagro".

Sí, un milagro de esos que en la ciencia no suelen darse muy seguido, Kieślowski lo retoma para debilitar la seguridad con la que la ciencia camina, lo expone para debilitarnos al evidenciar nuestro limitado mundo de creencias. Jurar en nombre de Dios en

vano es la afirmación de la inexistencia de lo absoluto, y la exposición del extraño mundo de las posibilidades, en donde todos nos sujetamos a las jerarquías imaginarias del hombre, olvidando a veces nuestra pequeñez ante el cambiante y absurdo juego de la vida, en la que impera lo inexplicable y el hombre sólo es sumiso de sus ordenes. La ciencia una vez más ha fallado castigada ante el monstruoso universo de lo divino.

Una mirada plástica

Una mirada plástica

Un gran triunfo para la cultura

Por: Paul Achar

El pasado jueves dos de octubre se regresa a la historia de la cultura, pero esta vez no para recordar la injusticia por parte de el gobierno y el abuso del poder.

Ya bien lo dijo Benito Pablo Juárez García "No abuses del poder para humillar a la gente por que el poder termina y el recuerdo permanece" y este recuerdo permanece como ejemplo para todos los mexicanos. Quién no recuerda aquella ocasión donde decenas de estudiantes universitarios, fueron salvajemente reprimidos, hasta el grado de dar muerte a cientos de jóvenes según se comenta. El Ejército mexicano y fuerzas de elite del Batallón Olimpia, a las órdenes del entonces presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, fueron los autores de la llamada Matanza de Tlatelolco.

Pero en esta ocasión recordaremos un triunfo histórico para todos los que sabemos que para alcanzar la verdadera libertad, el conocimiento es un medio fundamental. Una ley que dé apoyo a los creadores en nuestro país hay que no sólo que recordarla sino aplaudir el esfuerzo hecho por la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, encabezada por el diputado Emilio Ulloa, para logra la aprobación por unanimidad, de la inclusión en nuestra constitución el derecho a la cultura.

Las propuestas de reforma dejarían el noveno párrafo del artículo 4º como sigue:

"Toda persona tiene derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así como el ejercicio de sus derechos culturales. El Estado promoverá los medios para la difusión y desarrollo de la cultura, atendiendo a la diversidad cultural en todas sus manifestaciones y expresiones con pleno respeto a la libertad creativa. La ley establecerá los mecanismos para el acceso y participación a cualquier manifestación cultural."

En cuanto al artículo 73, referente a las facultades del Congreso, se modifica la fracción XXV, que habla de legislar sobre vestigios patrimoniales y culturales y del ejercicio de la función educativa, y se le añade la facultad "para legislar en materia de derecho de autor y otras figuras de la propiedad intelectual relacionadas con la misma".

Y también la fracción XXIX, a la cual se añade la fracción XXIX-O, que dice, igualmente sobre las facultades del Congreso:

"Para expedir leyes que establezcan las bases sobre las cuales la Federación, los estados, los municipios y el Distrito Federal coordinarán sus acciones en materia de cultura, salvo lo dispuesto en la fracción XXV de este artículo. Así mismo, establecerán los mecanismos de participación de los sectores social y privado, con objeto de cumplir los fines previstos en el párrafo noveno del artículo 4º de esta Constitución."

El dictamen con las reformas constitucionales ya fue aprobado por la Comisión de Puntos Constitucionales y por el pleno de la Cámara de Diputados, para ser enviado a la Cámara de Senadores para su "eventual aprobación", así como a los poderes legislativos de las entidades federativas.

Ahora solo nos falta esperar que esta nueva ley no se quede en papel, sino que surta efecto y logremos alcanzar por lo menos el uno por ciento del presupuesto destinado a la cultura, como lo recomienda la Unesco. Esperemos que así sea y felicitamos a la Cámara de Diputados por lograr este acuerdo en pro de la cultura.

Comentarios: paul.achar.z@gmail.com

 

 

 

 

 

La ventana indiscreta

La ventana indiscreta

Krzysztof Kieslowski: El Decálogo

Por: Eridania González Treviño

"Amarás a Dios sobre todas las cosas"

Krzysztof Kieslowski nace en Varsovia en 1941. Es uno de los más excelentes creadores de cine arte, cuyo trabajo se caracteriza por su metafórica argumentación y quizás su doble discurso. Director y guionista prolífico muere joven, dejando inconcluso un escrito para cine por demás prometedor, basado en La divina comedia de Dante Alighieri.

A pesar de su temprano deceso, Kieslowski lega a la humanidad una serie de cortos y largometrajes de suntuosa complejidad y profunda significación. Entre sus filmes más socorridos y estudiados en nuestro país se encuentran Tres colores (1993-1994), La doble vida de Verónica (1991), El Decálogo (1988), éste conformado de diez películas de mediana duración y basado en el decálogo de mano cristiana, hecho en un inicio como una miniserie televisiva.

Este y nueve artículos más de la sección de la que hago uso estarán dedicados al perfecto trabajo kieslowskiano referentes a los conocidos diez mandamientos, cuya lectura interpretativa personal carece de cualquier afecto hacia la religión, intenta ser objetivo y basado exclusivamente en el contenido cinematográfico.

El primer mandamiento del decálogo, "Amarás a Dios sobre todas la cosas", da la pauta a la sencillez escenográfica y a la reiteración de espacios. En Kieslowski la exuberancia de elementos escénicos no es una característica, tampoco lo son los movimientos novedosos de cámara, pero sí el discurso y su enunciación desde la visión de su intérprete ofrecida a la libre abstracción del espectador.

"Amarás a Dios…" es en sí una orden, una regla que debe de seguirse sin chistar, de no hacerlo, la oración misma presupone un castigo. Kieslowski enfrenta la trasgresión a un mandato que se sabe divino con su enemigo más acérrimo: la razón en su máxima expresión.

Las matemáticas, que todo lo miden y se presumen exactas, representan aquel antagonista eterno de la fe ciega. La ciencia, sobre todo ésta que exige puntualidad, fue el mejor ejemplo de Kieslowski para negar la imprecisión, lo superfluo y no palpable.

El terrible enfrentamiento entre la fe y la ciencia son colocadas en personajes unidos mas allá del argumento: un padre y su infante hijo. El primero, ferviente creyente de lo medible y, el segundo, un nato agnóstico que lo es por circunstancias de aprendizaje en ciencia y en la vida, ésta, casi siempre extraña y engañosa, no se detiene a dar explicación alguna de su existencia.

Así, el científico "jamás" duda, tampoco lo hace el fiel creyente de lo divino. Sin embargo, mientras la ciencia exige pruebas materiales de existencia, o en otras palabras, concluye su trabajo con la comprobación, la fe se conforma con la palabra dada.

Lo inexplicable existe para la ciencia y para la fe, pero ésta, según la inequívoca lectura de Kieslowski, toma los elementos desconocidos para explicarse a sí misma, de esta manera justifica su existencia y evita el colapso emocional del hombre ante un infinito desconocimiento de la verdad.

La pregunta que ha puesto en jaque a ambos antagonistas desde la evolución del hombre, y que es el motivo del desarrollo del argumento, la formula el más pequeño, el niño: ¿qué es la muerte? Cuestiona a su padre. La respuesta es sencilla desde el punto de vista científico. Los hombres somos seres orgánicos que nacemos nos desarrollamos y morimos. Pero, tal y como lo establece el pequeño, ¿qué sentido tiene atinar desde el razonamiento a todas la cuestiones de cálculo si al final sólo morimos, y nuestra presencia se extiende en la memoria de los vivos?

Para el científico ortodoxo la existencia del alma es totalmente cuestionable, incluso es innecesaria su mención, ya que no se pude tocar, no se palpa ni se ve. Este ente evaporable, desconocido, pero para muchos cierto, supera aun a la ciencia, porque ésta, ante la inconstante y sorpresiva vida, tampoco es exacta y carece de la verdad absoluta.

Por otro lado, la pregunta acerca del significado de la muerte lleva inevitablemente a interrogar por el de Dios. ¿Quién es Dios? Cuestionamiento concreto que genera respuestas vagas e imprecisas. Sin embargo, el fiel a estas creencias no se dificulta y responde sin miramientos dándole el significado a esta palabra de el sentimiento de mayor bienestar surgido de los más profundo del "alma".

Para el que cree en Dios y para el que no, la muerte se percibe de diferente manera. Todos hemos visto pasar la muerte a lo lejos, pero cuando toca nuestra puerta, la Razón y Dios pueden defraudarnos en un parpadeo, porque ni una ni el otro pueden explicar lo inesperado, porque la vida no se pude medir, rompe cualquier regla, y porque la muerte nadie nos la manda, camina cada paso que damos y sólo nos toma de la mano.

Explicar la muerte a partir de la razón es aventurado, y explicarla desde la religión es conformista. "Amarás a Dios sobre todas las cosas" ya no es un mandato cuya desobediencia implica un castigo divino, es la propuesta de negar la posibilidad del absoluto. Es la intención de notar el más allá, aunque se alcance a ver, y que el todo es nada y que cualquier cosa puede pasar.

Mantarraya

Atisbos de paranoia

 

 

 

 

 

 

 

 

Por: Heber Quijano

Aquí nos tocó vivir, qué se la va a hacer. Vivimos bajo el yugo de un pájaro carpintero que picotea a cada instante nuestra paciencia, que nos orilla a buscar en las miradas un atisbo de sospecha, que nos trae con el ojo en el rabillo del deliro de secuestro, del delirio de persecución. Estamos en lo más profunda de este cuello de botella, que a diario nos hacen creer los medios: asaltos, secuestros, narcos decapitados, dealers enterrados a montones, narcofosas, policías corruptos, políticos corruptos, periodistas corruptos, bla bla bla.

Claro, ello existe y no lo podemos negar, pero también tenemos que aceptar que la cultura mediática de la mercadotecnia siempre ha exaltado el grito, el amarillismo, el sensacionalismo, la nota roja, ¡alarma! El sonido de las trompetas del apocalipsis ya no proviene de la boca de los curas, encuartelados desde su púlpito —tampoco exento de corrupción, ¡sería ingenuo pensarlo!—, viene de la boca fétida y maquiavélica de nuestro televisor. También de allí proviene nuestra nula educación sentimental, nuestra poroso sentido de la solidaridad, nuestra morbosa necesidad del chisme para jerarquizar la existencia, nuestra absurda estimación de la gente a partir de su poder adquisitivo como indicador de éxito y humanidad.

Si pensamos que la televisión nos está transmitiendo una imagen transparente y precisa de nuestra realidad, entonces estaríamos atados a percibir el mundo a través de la propia televisión. Claro nos evitaríamos pensar, deducir, intuir, predecir que cada medio responde a los intereses de sus propietarios. Ello obviamente incluye a los periódicos, la radio, Internet. Pero claro, ¡hasta la basura se separa!

Toda esa violencia simbólica de la que ya nos habló Pierre Bourdieu y Giovanni Sartori, por citar a los más famosos, proviene de una lucha clasista, que no de clases, en la que desaparecer al otro es más sencillo, condenarlo a la hoguera sin juicio ni derecho de réplica. No los veo, no los oigo, no los miro. Legitimizar la indiferencia sólo genera una mayor polarización entre los buenos —clase media, consumista, blanca, mestiza y sin discapacidades— contra todo aquello que no le sea igual. El miedo lo crea todo, citaba Paul Valery. En nuestra sociedad está generando un pánico sistematizado que bien pudiera ser un toque de queda permanente para todo aquello que es "un peligro para México".

Aquí nos tocó vivir, rodeados de políticos cobardes, traicioneros y mercenarios; de policía malpagados y sin sentido de ética; de comunicadores y "periodistas" que viven de la sumisión y el halago y hasta cantan su independencia intelectual como un signo de cinismo putrefacto; de empresarios antropófagos, ecófagos, sin ningún sentido de solidaridad. El sonido del dinero siempre será más fuerte que el llamado de la sangre y de la tierra. Estamos condenados a luchar contra nuestra sombras.

 

heberquijano@yahoo.com.mx

Las razones del diablo

Los homenajes

Por: Dionicio Munguía J.

El pasado lunes se realizó un homenaje dentro de lo que se llamó Jornadas alejandrinas, organizadas por el grupo cultural independiente Camada Maldita. Homenaje que tuvo una participación interesante, un trío de conferencistas en distintos estilos, imágenes y nostalgia que fue aflorando conforme la tarde noche pasaba y los recuerdos se hacían cada vez más personales, más anecdotarios, menos literatura. Incluso los que tal vez nunca tuvieron un contacto directo con Ariceaga supieron de la muy peculiar existencia del cronopio toluqueño. Sí, tengo que utilizar la figura cortazariana para poder describir a quien se lanzó por el tobogán de las letras y supo llegar a término.

Y fuera de toda la nostalgia que imperó esa noche, se pudo constatar que la imagen de Alejandro Ariceaga sigue presente en la memoria de sus amigos. Pero más aún, las letras alejandrinas tienen mayor fuerza que cuando el propio autor se peleaba con la computadora, perdiendo y recuperando archivos, dentro del proceso creativo de una novela que se quedó en título y que nadie conoce, fuera posiblemente de sus más cercanos allegados, quienes tuvieron la oportunidad de leer fragmentos, platicar con él sobre el transcurso de la novela, y avizorar un tono irónico en la misma.

No hay más que la constancia que el propio Ariceaga comentó acerca de la misma. Ese título, Tribulaciones de un burócrata menor, que lo hacía sonreír con picardía, e impedía que alguien más se acercara a su manuscrito. Si acaso una vez o dos tuve la oportunidad de ver el folder amarillo donde guardaba la que yo pienso haya sido la primer versión de la novela, pero hasta ahí. Alejandro siempre mencionaba por donde iba, cuántas cuartillas pensaba que tendría en su totalidad, pero no leyó frente a extraños ni siquiera una frase, un párrafo no se diga.

Quizá la leyenda de su escritura convierta a esta novela en un mito. Y posiblemente pasen años antes de poder definir si realmente la terminó, o se quedó en una versión incompleta, o simplemente en esbozos tipo cuento, fragmentos que encajarían en una estructura mayor, párrafos sueltos que no iban a ningún lado o conducían, como todos los caminos, a la Roma alejandrina.

Y en el homenaje del lunes la figura de Alejandro se engrandeció, pero también fue un ser humano con virtudes y defectos, con amistades largas y deseos, de algunos, de haber tenido la oportunidad de verlo caminar por las calles de su toluquita, de la bella que añoraba cada vez que se iba, o que la veía desde una perspectiva amorosa, realmente enamorado de su terruño congelado. Todas las ocasiones que nos encontramos fuera de la ciudad, siempre hacia referencias, como Miss Marple, la personaja de Agatha Christie, a su Toluca y sus mujeres, a Toluca y su volcán, a Toluca y sus diablos rojos.

Es una nostalgia verdadera. Son cuatro años, largos y cortos cuatro años desde que Alejandro decidiera salir de Toluca y presentar su camada maldita en otro país, para no volver. Cierto, aún lo extrañamos.

 

 

 

 

Una mirada plástica

Una mirada plástica

Antonieta Rivas Mercado en el Museo del Palacio de Bellas Artes

Por: Paul Achar

Interesante muestra compuesta por 150 piezas aproximadamente llenan cuatro salas del Museo del Palacio de Bellas como parte de la primera parte de los festejos de Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana. Óleos de grandes artistas mexicanos como Clemente Orozco, González Camarena, Siqueiros, Tamayo, Manuel Rodríguez Lozano, Agustín Lazo, entre otros, así como destacados artistas internacionales como Picasso, Kandinsky, Renoir, Cezanne y Juan Gris. Además se reunieron fotografías, grabados, esculturas, libros y algunos objetos personales que formaron parte de la colección particular de Antonieta Rivas Mercado, hija de Don Antonio Rivas Mercado gran arquitecto del Porfiriato, a quien se le encargo la elaboración del Ángel de la Independencia, que serviría para conmemorar el Centenario de la Independencia de México.

Antonieta fue una periodista, pensadora, dramaturga y parte del grupo de artistas postrevolucionarios como Gilberto Owen, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Diego Rivera y Rodríguez Lozano, quien la motiva para ser una de las grandes mecenas del arte en México.

En la primera sala de la exposición nos recibe un retrato de Antonieta realizado por Francisco Romo, con un estilo impresionista que parece a simple visa un trabajo de puntillismo al estilo de Seurat, pero si nos acercamos a la pieza podemos ver que la obra fue resuelta de manera diferente al puntillismo; es un obra que primero se realizó en realismo y después se agregaron puntos en tres tonos simulando como si toda la obra hubiese sido hecha a base de puntos.

Circulando hacia el lado izquierdo nos encontramos una serie de fotografías de intelectuales de esa época como Xavier Villaurrutia, José Gorostiza y Enrique González Rojo, entre otros. Continuando con el recorrido se abre un espacio dedicado al teatro donde se exhiben libros que formaron parte de las obras teatrales que presentó, a los cuales acompañan fotos de Clementina Otero y Lupe de Aragón, quienes fueron sus principales actrices. Después nos encontramos con un estupendo óleo de Montenegro en el cual retrata a Salvador Novo, con una postura seductora y resalta su mano como si nos invitara a lo oculto, a la muerte. Posteriormente podemos hacer un comparativo de la visión de Manuel Rodríguez Lozano del mismo Salvador Novo.

En la segunda sala abre una serie de fotografías familiares, de las cuales destaca una donde se encuentran de pie sobre un bloque de mármol, que serviría para la construcción del Ángel de la Independencia, y otra en la que podemos observar a Antonieta en traje de baño de esa época. La muestra se encuentra acompañada por dos monitores en los cuales nos hablan desde su nacimiento hasta su trágico suicidio frente a la catedral de Notre Dame, en París. En esta sala podemos apreciar dos esculturas de Guillermo Ruiz muy sensuales de Antonieta.

En la tercera sala encontramos obra de grandes maestros de la pintura, como una naturaleza muerta cubista de Picasso o al gran maestro ruso del abstracto Wassily Kandinsky, donde el orden y la geometría desempeñan un papel muy importante en la misma, o qué decir de ese dibujo de Cézanne donde los personajes parecieran cobrar vida frente al espectador o de las siluetas flotando del gran maestro Orozco que parecieran sacadas de un cuento de Edgar Alan Poe.

Espero que se den la oportunidad de visitarla y compartan sus experiencias con sus amigos; recuerden que sólo estará hasta el 26 de octubre de este año así que no se la pierdan.